15 noviembre 2005

ELEPHANT (The White Stripes, Hipomusic, 2003)



The White Stripes es una de las sorpresas del nuevo siglo. Una banda de sólo dos componentes, autosuficientes en su proyecto musical minimalista y de vanguardia. Porque lo que ellos realizan es buen ruido, música de alto voltaje, con la sensibilidad tatuada en la piel y marcada en los trastes de la guitarra. Ella se llama Meg White, él firma Jack White, pero en su caso es la opción personal de camuflarse en un seudónimo para jugar con el supuesto parentesco sanguíneo de los involucrados (hermanos incestuosos, quizá), aunque en verdad se trata de un dúo de ex esposos con afinidades musicales y un talento que nos deja literalmente extáticos –de éxtasis–, aún más cuando comprobamos por cable que en sus conciertos en vivo no pierden ni un ápice la contundencia de sus discos.
Elephant marca un punto de inflexión en la evolución de la banda, ya anunciado en White Blood Cells (2001) y confirmado posteriormente en Get Behind Me Satan (2005). Arranca con un hard-rock renovado, Seven Nation Army, algo pausado y con los típicos cambios de ritmo de este género. El contenido de la letra, como no podía ser de otra manera, es antibélico: "Me voy a Wichita/ lejos de esta ópera de nunca acabar./ Voy a segar la siembra/ sudar cada poro./ Y estoy sangrando justo delante del Lord/ y las palabras sangrarán por mí/ y no pensaré más./ Y las esquirlas saliendo de mi sangre/ me dicen: Vuelve a casa".
Empalma el rocanrol Black Math, mucho más agresivo y energético, muestra del carácter revulsivo del pop. "¿No crees que reaccionaré ahora?/ Mis dedos definitivamente están tornándose negros ahora/ Quizá debería poner mi amor en hielo/ Y enseñarme a mí mismo, quizá eso estaría bueno/ Mis libros están arriba del estante ahora/ Las extensas palabras realmente están rompiendo mis espaldas/ Debería aprender a entender/ dibujando un cuadrado con el lápiz en mano/ matemáticamente volteando la página/ inequívocamente demostrando mi edad/ Soy prácticamente el escenario central/ Innegablemente ganando tu salario/ Quizá debería poner mi amor en hielo/ Y enseñarme a mí mismo, quizá eso estaría bueno/ Escuche maestro, ¿podría hacerle una pregunta?/ ¿son los dedos o el cerebro, a los que está enseñando la lección?".
There's no home for you here, el tercer surco, ya linda con la genialidad: unos coros obsesivos, un intermedio disonante, una melodía entonada a la manera de Queen, aunque más desfachatada aún, con más feeling glam y rockero. Si había alguna duda de que Jack White (su verdadero nombre es John Anthony Gillis) es un tipo avezado, sin miramientos a la hora tanto de componer como de escribir, la letra de esta canción da testimonio de su capacidad para la prosa ácida: "No hay hogar para ti aquí, nena/ Me gustaría pensar que esta constante interacción/ sólo es la forma de hacer que te vayas./ Cada simple gesto hecho por mí es contrarrestado/ Y me deja quieto sin nada más que decir/ Completamente desconcertado por una señal retardada/ de que una palabra inspirada pueda salir de tu lengua (...)/ Sólo estoy esperando el momento apropiado para decirte/ que es imposible estar contigo./ Es difícil mirarte a la cara cuando hablas/ así que ayuda tener un espejo en la habitación./ No estoy realmente buscando una 'performance'/ Pero es mi ingreso al escenario y hay una pregunta en tu rostro./ Afortunadamente ya tengo una respuesta/ la cual es 'vete y no dejes ningún rastro'// Levantándote para el desayuno/ Quemando fósforos/ Hablando bajo/ Rompiendo burbujas/ Arrojando basura/ Tomando soda/ Viéndote feliz/ tan completamente estúpida/ Sólo vete/ No hay hogar para ti aquí, nena, vete". El horror de la convivencia retratado por un sobreviviente de las lides conyugales o simple misoginia; en todo caso, un hartero puñetazo a las tradicionales canciones de amor.Le sigue un soberbio cover de una composición de Burt Bacharach, I just don't know what to do with myself –aquí el tema es la soledad tras la ruptura– y, tras él, el bluesy cantado por la edulcorada voz de Meg, In the cold, cold night –en este caso, una mujer espera al amante recogida en la fría noche–; ambos anuncian unos cuantos temas relajantes para mesurar el alto voltaje postrero.
Las referencias country-rock de Mr. Jack se ponen de manifiesto con holgura en I want to be the boy to warm your mother's heart y el acústico You've got her in your pocket, inteligentes réplicas del estilo Neil Young, que continúa con los electrizantes riffs de Ball and biscuit, reciclando con ingenio el sonido de los Crazy Horse en álbumes como Zuma, Rust Never Sleeps o Year of the Horse. "Es muy posible que sea tu tercer hombre, nena/ Pero es un hecho que soy el séptimo hijo./ Fueron los otros dos los que me hicieron tu tercero/ Pero fue mi madre la que me hizo el séptimo hijo", canta en Ball and biscuit. Absoluta distorsión, ruido supremo, en esta canción donde el feedback es empleado con un sentido musical exquisito.
Retorna a un sonido más noventa en The hardest button to button. La letra puede entenderse como el relato autobiográfico de la propia historia familiar de Jack: "Comenzamos viviendo en una casa vieja./ Mi madre dio a luz y estábamos chequeando/ Fue un bebé varón/ Así que le compramos un juguete/ Fue una pistola de rayos/ Y era 1981/ Lo llamamos "Bebé"/ Tuvo dolor de muelas/ Comenzó a llorar/ Sonó como un terremoto/ No duró mucho/ porque lo detuvimos/ Agarré una muñeca de trapo/ Y clavé algunos pequeños alfileres en ella./ Ahora somos una familia/ Y estamos bien ahora/ Tenemos algo de dinero y un pequeño lugar/ Para pelear ahora./ No te conocemos/ y no te debemos/ Pero si nos ves por ahí/ tengo algo más que mostrarte./ Bien, es mejor cuando realmente no lo sabes bien/ ¿Te parece que es vulgar?/ Entonces ponlo en una pequeña carta, lo mantendremos cálido./ Pero hay algo realmente mal contigo/ Sólo piensa que tú eres el botón más duro de presionar". Tras una breve introducción a piano y con la voz de Mort Crim, resuena Little acorns con unas guitarras gimientes que emulan a Nirvana, mientras la voz fluctúa entre el tono de Buddy Holly y el de Billy Corgan, el líder de Smashing Pumpkins, aunque el resultado es más convincente. El punkcore tiene cabida en el tema Hypnotize, el hardpop con The air near my fingers y el rocanrol restallante en Girl, you have no faith in medicine.
El álbum, que repasa con sabiduría los estilos del rock más emblemático, no podía concluir sino con un country en donde Jack y Meg, junto con Holly Gollightly (proveniente de la banda garajera Thee Headcoatees), contrapuntean sobre sus afectos recíprocos, y el título no podía ser más propicio: Well it's true that we love one another. "–Bien, es verdad que nos amamos uno al otro/ –Amo a Jack White como un pequeño hermano/ –Bien, Holly, te amo también/ pero hay mucho que no sé sobre ti/ –Jack me dio algo de dinero para pagar mis deudas/ –Todo lo que te di, Holly/ lo has estado usando en píldoras para el dolor/ –Jack, ¿me llamarás si puedes?/ –Tengo tu número detrás de mi biblia". Un poco de cálido sarcasmo para finalizar amablemente un disco que no es precisamente complaciente al abordar ningún tópico.
Atrevimiento, talento, múltiples referencias, y sobre todo personalidad, para un álbum y una banda con regusto a clásico. Después de escuchar Elephant es difícil no engancharse con él durante varios días, a pesar de las evidentes imposturas y puestas en escena de Jack y Meg (la ambivalencia sobre su parentesco o situación legal es una de ellas; otra no menos importante es que sus portadas y sus disfraces sólo combinan tres colores: rojo, blanco y negro). Y la razón de este encantamiento es tan simple como la explicación del carácter seminal de su música: vitalismo a raudales.
CATEGORÍA: Alternativo.
VEREDICTO: Imprescindible.
CANCIONES CLAVE: Seven Nation Army; Black Math; There's no home for you here; You've got her in your pocket; Ball and biscuit; The hardest button to button; Little acorns; Hypnotize; Girl, you have no faith in medicine.