10 agosto 2009

CUESTIÓN PREVIA: Los Beatles vs Los Rolling Stones



Inauguramos esta sección de tópicos del rock, en donde comentaremos o apostillaremos sobre algunos estereotipos, creencias, mitos, divergencias y otras escaramuzas que se prolongan en largos debates entre aficionados del pop y el rocanrol. Y la primera CUESTIÓN PREVIA que queremos dejar zanjada en La Secta del Ruido es sobre la eterna disputa entre quienes creen que los Beatles fueron la mejor banda de rock y quienes afirman que ese honor se le debe adjudicar a los Rolling Stones, lugar común tan trajinado que a veces aburre discutir sobre ello.
Aunque estamos hablando sin duda de dos grandes bandas, no nos queda sino afirmar que, tras una detallada revisión de la completa discografía de los Beatles y Stones, juntos y por separado, no hay ninguna posibilidad, ni siquiera remota, de considerar a los Rolling Stones superiores a los Beatles. Es obvio que a la industria discográfica le interesa mantener latente esta falsa batalla del rock, pero más allá de los mezquinos intereses en juego, la verdad es que, si bien los Stones son una banda capital con varios álbumes fuera de serie, su lugar en la historia de la música rock está como una gran banda de rhythm & blues y rocanrol, y poco más. Pero, obviando los gustos personales, expongamos cinco razones objetivas para confirmar la trascendencia indiscutible del legado de los Beatles sobre la de los Rolling Stones.


1. El primer hit de los Rolling Stones fue "I wanna be your man", que si bien tiene el rótulo Lennon/McCartney, fue una composición de Paul McCartney que decidieron ofrecer a los Stones para que probaran suerte en la lista de éxitos. De entrada, esto nos dice dos cosas con claridad: primero, que la supuesta rivalidad entre los Beatles y los Stones nunca fue tal y que más bien siempre compitieron con mutuo respeto, y segundo, que los primigenios Stones eran conscientes de su escasa facultad para componer no solo hits sino canciones en sus primeros años. Y si todavía hay algún incrédulo o incauto, pregunto: ¿Saben cuántas canciones de la dupla Jagger/Richards hay en su primer álbum homónimo (titulado England's Newest Hit Makers en EEUU) que contenía doce canciones? Una; el resto son covers. En su segundo álbum para EEUU, 12x5, y en su segundo álbum para UK, The Rolling Stones No. 2, respectivamente, solo hay tres canciones Jagger/Richards, de doce. En su tercer álbum para UK, Out of our heads, la dupla rollingstoniana nos entrega otra vez solo tres composiciones propias de doce canciones. Y, ojo, ya estamos en 1965, ya hacía un año que los Beatles habían lanzado A hard day's night con trece soberbios temas escritos a pulso por Lennon/McCartney (es más, los dos primeros discos de los liverpoolenses mantenían un decoroso half & half entre canciones propias y covers). De hecho es recién con el álbum Aftermath, de junio de 1966, donde los Stones nos entregan solo canciones de su autoría. Antes los Beatles habían editado discos importantes como Help! y Rubber Soul, en que nos regalaban nuevos temas propios y un solo cover como plus. La diferencia es más que evidente. Basta preguntarse: ¿Una banda que recién al tercer año de editar discos tiene la gentileza de poner a disposición de los oyentes un álbum con temas propios puede ser considerada la mejor banda del rock? Definitivamente no.

2. Por si esto fuera poco, los Rolling Stones siempre estuvieron a la zaga de los Beatles en cuanto a su evolución musical y producción discográfica. No solo la llamada "invasión británica" a Estados Unidos la iniciaron los Beatles, sino que los proyectos de los Beatles fueron casi calcados por los Stones. Tras Sgt. Pepper's lonely hearts club band apareció la réplica rollingstoneana Their Satanic Majesties Request, y no solo eso, sino que los liverpoolenses inspiraron a Frank Zappa para lanzar su parodia We're only in it for the money, y a Brian Wilson para su abortado proyecto con los Beach Boys Smile. El filme experimental Magical Mystery Tour tuvo su contrapartida stoneana con Rock'n'roll circus. El documental Let it be de 1969 (cuya versión musical se editaría un año después en vinilo) fue respondido por los Stones con Let it bleed. ¿Cómo así la supuesta mejor banda del rock se dejó influir tanto por lo que hacía su banda rival, y en cambio, no dejó ninguna marca en la evolución de los liverpoolenses?

3. Ya lo anotamos: los Stones fueron una banda básicamente de r&b y rocanrol, pero, si bien en un momento lo intentaron, su repertorio no pudo abarcar la cantidad de géneros musicales que los Beatles. La versatilidad de Lennon/McCartney les permitía ir con facilidad de la balada al rock más arrollador, del foxtrot a la psicodelia, del country a lo experimental, y en todo dejaban sentado su gran talento de creadores. Tampoco se puede olvidar que asimismo estaban George Harrison y Ringo Starr, quienes también aportaron como vocalistas y compositores y siempre con temas más que sorprendentes. Y desechemos la superchería de que los Stones eran los "rockeros" y los Beatles los "blandos". No hay un solo tema de los Stones que sea más ruidoso y contundente que Helter Skelter (nada menos que de McCartney, el "archimelódico"), ni tienen un blues más desgarrador que Yer Blues (de Lennon, inigualable).

4. Un análisis desapasionado de la discografía de los Beatles y los Rolling Stones nos lleva a una sola conclusión: mientras doce de los trece álbumes de estudio de Los Beatles son clásicos y canónicos dentro del rock (la única excepción es Yellow submarine, que es más bien un soundtrack del film, que recoge canciones antiguas y pocas nuevas), de los veintidós discos de estudio de los Stones, apenas la mitad (más o menos) son clásicos y canónicos (mencionémoslos: The Rolling Stones, The Rolling Stones No. 2, Out of our heads, Aftermath, Between the buttons, Their Satanic Majesties Request, Beggars Banquet, Let it bleed, Sticky Fingers, Exile in Main St., Some Girls y Tattoo You, esta su última obra mayor, sucedida por fiascos y mediocridades cumplidoras; en total, doce álbumes superlativos, tres de ellos repletos de covers). Nótese que a pesar de que los Beatles se separaron en 1970, es decir hace casi cuatro décadas, todo ese periodo de tiempo no les permitió a los Stones más que llegar a superarlos en nueve discos en relación con la productividad (mas no en calidad). Si sumáramos la discografía de los Beatles como banda con su producción solista, caeríamos en la cuenta que la discografía como banda y en solitario de los Beatles no solo duplica sino casi triplica a la de los Stones. Solo Paul McCartney ha editado en solitario más álbumes de estudio que los Stones en toda su carrera. Así de claro.

5. Y ya que hablamos de recorridos en solitario, este último argumento me parece contundente. Cualquier lista canónica del rock no podría dejar de incluir de John Lennon su obra maestra Plastic Ono Band y, también, Imagine, en una carrera que, en nuestra opinión, por lo menos tiene dos discos notables más (Some time in New York City y Double Fantasy). A Paul McCartney comúnmente se le reconoce por el genial Band on the run, y la crítica más esclarecida celebra sus dos primeros, McCartney y Ram, así como otros discos de su etapa Wings (como Venus and MarsLondon Town y algunos el Back to the Egg), asimismo ya es casi un consenso destacar como masterpieces su Flaming Pie de 1997 y el Chaos & Creation in the Backyard del 2005, en un inmenso catálogo donde hay otros discos elogiados. De George Harrison, por su parte, es ineludible su celebrado All things must pass, principalmente, pero también se suele destacar 33 1/3 y Cloud Nine. Y de Ringo Starr, aunque en menor medida ciertamente, se pondera su álbum Ringo Starr. Ahora veamos a los Stones solistas. Jagger nos ha ofrecido cuatro álbumes en solitario, los dos primeros de eminente corte comercial y de pocas luces, y los dos últimos, aunque mejor recibidos, estarían a la altura de algún decente disco de Harrison, no más. Keith Richards, por su parte, ha editado su celebrado Talk is cheap y el menos notorio Main offender, pero ambos no alcanzan la categoría de obras maestras y de hecho no son canónicas, con todo Richards sigue siendo mucho más interesante como solista que su partner Jagger.

Así están las cosas en la que para algunos es "la mejor banda del rock". Huelgan más comentarios.








04 agosto 2009

TO OUR CHILDREN' S CHILDREN'S CHILDREN (The Moody Blues, The Threshold Records, 1969)


Si se busca sólo rock, si se cree que esta es sólo música juvenil para conseguir algo de diversión, si no se está dispuesto a sentarse en un sofá durante más de media hora para escuchar piezas con mayor pretensión que un buen riff de guitarra... es decir, si lo que se quiere es un poco de Rolling Stones o de Sex Pistols, lamentablemente lo sentimos: los discos más venerados de The Moody Blues están negados para quienes posean esa actitud adolescente y simplona ante la música.

Pero antes una precisión. The Moody Blues fue ese tipo de bandas que evolucionaron de manera tan poco ortodoxa que, por lo menos, tuvo tres etapas muy diferenciadas, incluso algunos hablan de tres Moody Blues. El Moody Blues primigenio fue eminentemente una banda de rhythm and blues, con el vocalista y guitarrista Denny Laine –sí, el mismo que luego nos regalaría tremendos punteos de guitarra como integrante de Wings, aparte de algunas notables colaboraciones en la composición con Paul McCartney–; lo acompañaban Mike Pinder en los teclados, el flautista y también vocalista Ray Thomas, el bajista Clint Warwick y el baterista Graeme Edge. Esta formación produjo varios singles entre los años 1964 y 1965 –aunque su mayor hit fue Go Now–, los cuales luego se incluyeron en Magnificent Moodies (1966), emotivo álbum donde destacan las armonías vocales (corales, diría), con mucho r&b y soul, pero que no guarda –aparte de los integrantes– casi ninguna relación con la aventura que comenzaría no bien Laine abandona a sus compañeros y es reemplazado por Justin Hayward, mientras Warwick es sustituido por John Lodge. El dueto Pinder y Thomas, con la ayuda de Hayward, perfilan un nuevo sonido acorde con los primeros experimentos sicodélicos que desde mediados de los sesenta se imponían entre las bandas de rock. Se inicia así en 1967 el segundo momento de Moody Blues, donde lo conceptual, la pretensión artística –que no sólo se circunscribe a la música, sino al diseño de la portada, y al manejo de todo el proceso de producción del álbum, en suma– es lo prevaleciente. Con el inmediato precedente de Sgt. Pepper's podría pensarse que la idea de los Moody Blues de valerse de arreglos orquestales para sus siguientes discos estaba más cerca de la impostura en boga que de una concepción original. De hecho, post junio de 1967 había muchos grupos que acompañaban sus canciones con orquestas sinfónicas, instrumentos hindúes, incursiones electrónicas a través del mellotron... ¿en qué podrían revolucionar de ese modo el estándar del pop? Aunque el verbo quizá sea excesivo: es posible que, después de todo, no hayan revolucionado nada, porque la ópera-rock y el rock progresivo/sinfónico siempre reconoce otros orígenes, otro arché como principio fundador, si bien esta etapa de los Moody Blues es vista con especial interés e incluso incorporada en el índex de estos géneros como precursor. Fueron adelantados y a las vez únicos a su modo, no fueron los primeros en editar una ópera-rock (ese privilegio se le reconoce a The Pretty Things con S.F. Sorrow, que posteriormente comentaré), pero estuvieron muy cerca; sin embargo, sí crearon lo que luego se conocería como rock sinfónico, pues su Days of future passed (1967) es el primer álbum en la historia del rock que se acerca al concepto sinfónico (aunque luego los Moody Blues no siguieron en esa línea, que desarrollaron bandas como King Crimson, Yes y Emerson, Lake & Palmer, por lo cual no son considerados, en estricto, como un grupo progresivo o sinfónico). Y finalmente, la tercera etapa se inicia en la década de los ochenta, tras la salida de Mike Pinder, y continúa irregularmente hasta la actualidad. Este último Moody Blues es eminentemente pop, aunque con muchas luces, como lo prueba su álbum Long distance voyager (1981).




To Our Children's Children's Children (de 1969 y que traducido correctamente significa "Para nuestros tataranietos") corresponde a la segunda etapa del grupo. El álbum nos transporta a la odisea del espacio. Se inicia con el sonido de una nave espacial despegando, que pronto se acopla al frenesí de las guitarras; éstas dan paso a una voz que declama la aventura del ascenso al espacio: "El hombre con su flamígera pira/ ha conquistado las impredecibles brisas", escuchamos en Higher and higher. Enseguida los acordes de un arpa y las notas del oboe preludian una de las más melancólicas y hermosas canciones del álbum, Eyes of a child, compuesta por Lodge: "Con los ojos de un niño/ tú debes venir y ver/ que tu mundo está dando vueltas/ y a través de la vida tú serás/ una pequeña parte/ de una esperanza/ de un amor/ que existe". De alguna manera el ideario hippy se deja traslucir en esa letra: se pide que el hombre que ha llegado al súmmun del desarrollo tecnológico gracias a su "modernidad", capaz de aventurarse en el cosmos, renueve la mirada hacia su propio mundo a través de la comunión con la naturaleza, simbolizada en los ojos de la infancia, una petición un poco naif pero sincera, y la música interpreta el sentido de la añoranza. Luego escuchamos Floating, un pop algo ligero aunque cargado de la nostalgia que impregna todo el álbum; la canción describe al hombre flotando en la luna, "free as a bird". Las armonías vocales aquí son muy marcadas dentro del estilo que caracterizaría a los Moody Blues posteriores. Pero el primer indicio de que estamos ante un verdadero álbum conceptual no solo en el aspecto temático sino musical se puede hallar en el siguiente corte, una versión acelerada y cuasi frenética de Eyes of a child, acoplada al final de Floating como si se tratara de una imprevista coda. Lo interesante en este punto es que, a diferencia de otros discos conceptuales, como Dark side of the moon de Pink Floyd, para mencionar el ejemplo más a mano, en To our children's children's children no solo hay una unidad temática (en este caso, ya lo dijimos, la odisea al espacio) sino un intento de configurar una unidad en el plano musical. Dicho de otro modo, no se puede escuchar este álbum como una colección de canciones individuales agrupadas en torno a una temática específica; el todo es siempre acá más que la mera suma de las partes. De este modo, Eyes of a child (part II), así como la que le sigue, I never though I'd live to be a hundred, son canciones muy breves, de apenas un minuto de duración, que pueden comunicar muy poco individualizadas, y esto se pronuncia más con el siguiente tema, el instrumental Beyond, que parece un interludio entre I never though I'd live to be a hundred y Out and In. Aquellos que padecen esa tara de evaluar los discos canción por canción, es más, aquellos que aún ingenuamente piensan que un buen álbum solo se compone de canciones en el sentido tradicional, creerán que este álbum posee varios cortes de relleno o no suficientemente convincentes. Sin embargo, quien se dé el trabajo de escuchar el disco de principio a fin, siguiendo los imprevistos giros melódicos que se producen en esta travesía musical, no podrá dejar de sucumbir a sus encantos. De alguna manera esta es la cátedra que sentaron los Beatles a partir de Sgt. Pepper's lonely hearts club band, y que acá aprovechan a la perfección los Moody Blues.




Sin embargo, tras todo lo anotado, no imaginemos que no hay grandes canciones desde una concepción más conservadora de la música pop, pues las hay y muchas. Luego de las paralizantes melodías de Out and in, de Pinder ("Observando más allá de los planetas/ buscando una visión total/ estoy reposando aquí por horas/ tú tendrás que hacer el viaje hacia afuera y hacia dentro"), Gypsy, de Hayward ("Yendo a la velocidad de una sombra de millones de años/ la oscuridad es el único sonido que descubren sus oídos/ Peleando contra las visiones de eternidad/ Gritando por un futuro que nunca será"), y Eternity Road, de Thomas ("No hay eternidad/ Recorriendo a través de un cielo de caracol/ observa la verdad que no podemos ocultar"), llega la magnánima balada Candle of life, de John Lodge, que sintetiza el contenido de lo que se canta en las anteriores canciones: el hombre (la humanidad) atrapado en el tiempo, descubre la imposibilidad de conseguir la eternidad en su búsqueda por expandirse en el espacio estelar; la oscuridad y la soledad es lo único que parece rodearlo en su viaje de millones de años: "Algo que no puedes esconder/ dice que tú estás solo/ escondido dentro de lo profundo/ de ti".

La única muestra de psicodelia la hallamos en Sun Is Still Shining, que revisita de manera amable el sonido de la música hindú, sin arriesgar demasiado, pero reanimándonos tras las desesperanzadoras letras precedentes. Enseguida reescuchamos I never though I'd live to be a hundred, mucho más breve que la primera versión, de apenas treinta segundos, como una suerte de preludio de Watching and waiting, compuesta por Hayward/Thomas, una atribulada balada que cierra de manera impecable el álbum, imprescindible muestrario de gemas pop, donde lo lírico y lo orquestal se conjugan con ciertos guiños rockeros convirtiendo su escucha en una verdadera delicia auditiva.



CATEGORÍA: Rock progresivo, rock conceptual, rock psicodélico.
VEREDICTO: Imprescindible.
CANCIONES CLAVE: Eyes of a child, Candle of life, Watching and waiting.