En La Secta del Ruido queremos brindarle nuestro humilde homenaje a seis importantes figuras del rock que se fueron el 2009. Aunque con ellos no hubo masivas despedidas ni ostentosos funerales como los del bailarín moonwalker, su legado trascenderá la liviandad de los grandes montajes publicitarios y permanecerá como paradigma de lo perdurable en la música popular de los siglos XX y XXI.
Ron Asheton
Muerto el 6 de enero. Causa: ataque cardiaco. Edad: 60 años.
Escucho en mi habitación los riffs de guitarra de I wanna be your dog y me reencuentro con la magia del rock de raíces, la pureza de la música en su estado primitivo, salvaje. Su sonido nos comunica una verdad transparente: bastan pocos acordes y menos de seis minutos para realizar una obra musical artísticamente válida, porque a veces un riff puede comunicar mejor un sentimiento que una ópera de dos horas... Ya oigo los denuestos de los reaccionarios de la cultura, siempre al acecho, esperando el menor descuido para soltarnos sus monsergas canónicas. Hace unos años fue Luis de Pablo, meses atrás Mario Bunge, ayer Abel Posse (este último un novelista posmoderno y un fascista declarado, por algo será). Todos ellos anteponen La Verdadera Música al Rock. Los medios de comunicación asienten, parecen coincidir en que se están perdiendo de algo grande quienes no leen partituras ni han asistido nunca a La Scala de Milán. Pero desde estas trincheras tenemos una carta bajo la manga y se llama Ron Asheton. Hoy es solo un fantasma, pero el equipo de sonido se encarga de hacernos escuchar una vez más sus riffs, como el de No Fun, y es suficiente, es demasiado contundente para alinearnos entre los nazis culturales que aún creen en una sola manera de hacer música. No, señores De Pablo, Bunge, Posse y todos sus seguidores trasnochados, no hay un solo paradigma para valorar la música, sino hay diferentes registros, diversas propuestas de lo musical, y en cada una de ellas la calidad artística se mide a través de otros patrones. Un aria, aun la más sublime y perfecta, no es equiparable a un riff de guitarra, del mismo modo que ningún capítulo del Ulises de Joyce puede comunicar lo que comunica un haiku. Esta es la gran enseñanza del pop y del rock: la brevedad, la simplicidad de recursos, es también válida en el arte musical. Gracias, Asheton, por habérmelo hecho recordar esta tarde en mi habitación, luego de oír la noticia de tu muerte en medio de proclamas retardatarias de algunos difusores de la cultura encorbatada y seria.
Ron Asheton
Muerto el 6 de enero. Causa: ataque cardiaco. Edad: 60 años.
Escucho en mi habitación los riffs de guitarra de I wanna be your dog y me reencuentro con la magia del rock de raíces, la pureza de la música en su estado primitivo, salvaje. Su sonido nos comunica una verdad transparente: bastan pocos acordes y menos de seis minutos para realizar una obra musical artísticamente válida, porque a veces un riff puede comunicar mejor un sentimiento que una ópera de dos horas... Ya oigo los denuestos de los reaccionarios de la cultura, siempre al acecho, esperando el menor descuido para soltarnos sus monsergas canónicas. Hace unos años fue Luis de Pablo, meses atrás Mario Bunge, ayer Abel Posse (este último un novelista posmoderno y un fascista declarado, por algo será). Todos ellos anteponen La Verdadera Música al Rock. Los medios de comunicación asienten, parecen coincidir en que se están perdiendo de algo grande quienes no leen partituras ni han asistido nunca a La Scala de Milán. Pero desde estas trincheras tenemos una carta bajo la manga y se llama Ron Asheton. Hoy es solo un fantasma, pero el equipo de sonido se encarga de hacernos escuchar una vez más sus riffs, como el de No Fun, y es suficiente, es demasiado contundente para alinearnos entre los nazis culturales que aún creen en una sola manera de hacer música. No, señores De Pablo, Bunge, Posse y todos sus seguidores trasnochados, no hay un solo paradigma para valorar la música, sino hay diferentes registros, diversas propuestas de lo musical, y en cada una de ellas la calidad artística se mide a través de otros patrones. Un aria, aun la más sublime y perfecta, no es equiparable a un riff de guitarra, del mismo modo que ningún capítulo del Ulises de Joyce puede comunicar lo que comunica un haiku. Esta es la gran enseñanza del pop y del rock: la brevedad, la simplicidad de recursos, es también válida en el arte musical. Gracias, Asheton, por habérmelo hecho recordar esta tarde en mi habitación, luego de oír la noticia de tu muerte en medio de proclamas retardatarias de algunos difusores de la cultura encorbatada y seria.