15 noviembre 2005
ELEPHANT (The White Stripes, Hipomusic, 2003)
21 octubre 2005
JUJU (Siouxsie & The Banshees, Polydor, 1981)
20 octubre 2005
A BIGGER BANG (The Rolling Stones, EMI, 2005)
Otro tiranosaurio resucita este año. Al igual que el ex Beatle, los Rolling Stones lanzan su disco bajo la égida de la EMI. Expectativas, buenas críticas y toda la capacidad hiperbólica de revistas afines a los viejos saurios para probarnos que se trata de un gran regreso. Y de alguno modo lo es. No porque sea un gran disco –porque no nos vamos a engañar: está lejos de serlo–, pero es reconfortante que podamos escuchar a estas alturas, cuando los Stones bordean la senectud definitiva, un puñado de joyas musicales en su último trabajo. Posiblemente el factor cronológico influyó en la decisión de ceder al recurso de la cantidad sin sopesar adecuadamente el nivel de calidad –después de todo, son ocho años desde Bridge to Babylon (1997)– y de allí las dieciséis canciones como justificación de que la larga espera no ha sido en vano.
10 octubre 2005
I CAN HEAR THE HEART BEATING AS ONE (Yo La Tengo, Matador Records, 1997)
08 octubre 2005
FOREVER CHANGES (Love, Elektra, 1967)
05 octubre 2005
CHAOS AND CREATION IN THE BACKYARD (Paul McCartney, EMI, 2005)
Aclarémoslo de entrada: el flamante Chaos and creation in the backyard es un hermoso álbum, de hecho uno de los más dignos de su carrera como ex Beatle, pero está lejos de ser el más logrado o el mejor. Para empezar, establecer un ranking es siempre relativo en cualquier compositor cuyo catálogo solista supera los veinte álbumes (su discografía oficial se compone en realidad del doble de esa cifra, si consideramos no sólo recopilatorios o discos en directo, sino sus incursiones en otros géneros, como música clásica, soundtracks, música electrónica y experimental). Además de ello, la propia crítica ya ha consagrado al álbum Band on the run (1973) en las listas canónicas de los cien o quinientos mejores álbumes del rock, y celebró la aparición de Tug of War (1982) y Flaming Pie (1997) en sus respectivos años. Asimismo, álbumes como McCartney (1970), su primer esfuerzo solista, y Ram (1971), a la sazón lapidados, son reivindicados actualmente entre amplios sectores de la crítica. Pero la totalidad de su obra solista no es para nada desdeñable, con Wings destacan –aparte de Band on the run– Venus and Mars (1975), London town (1978) y Back to the egg (1979), y postWings también son relevantes Flowers in the dirt (1987), Off the ground (1993), Run devil run (1999) y Driving rain (2001).
Finalmente es un error frecuente hacer analogías con su etapa Beatle para establecer un supuesto paradigma de calidad a partir del cual se juzga sus canciones en solitario. Y es un error por lo siguiente: la producción de los Beatles no fue impoluta, inmaculada, repleta de joyas incuestionables. Tanto Lennon como McCartney produjeron mucho material cuyo mayor encanto era ser un simple pop melancólico y a veces juguetón. Se dice que el mejor tema de McCartney es Yesterday, pero cualquiera que haya escuchado su inmenso catálogo de canciones sabe que tanto con Los Beatles como solista ha escrito mejores. Lo que sucede es que es difícil superar lo que ya es un mito, lo que ya pertenece al imaginario colectivo, lo que ha sido sacralizado como parte de la cultura popular universal. Dicho esto, tan injusto como minimizar su etapa solista es poner en un pedestal a la última obra de Macca. A quienes recién se animen a escuchar un disco de McCartney y les guste, sería bueno que rebusquen en el resto de su discografía, de seguro encontrarán álbumes tan interesantes y logrados como este último.
Hecho este necesario preámbulo, centrémonos en Chaos and creation in the backyard. Contiene muchas canciones de medio tiempo (baladas, en su mayoría) y un par de gemas pop que exhalan un hálito de alegría beat y sirven como necesario contrapunto a un disco que, de haber prescindido de este impromptus de cierta algarabía, se hundiría irremediablemente en la melancolía, en atmósferas oscuras y en una parquedad de estilo que, más que conmovernos, nos hubiera deprimido. Sin embargo, menos mal que Nigel Godrich (productor de Radiohead y Beck y el artífice en la producción de este trabajo de Paul) preservó cierto optimismo de McCartney y no lo forzó a redituar una mala copia de esas bandas actuales que encuentran en la depresión un leitmotiv para componer, aunque en este caso también hay que anotar la acertada decisión de Godrich de presentar la faceta de multiinstrumentista de McCartney.
Precisamente el lado más optimista de Paul se encarga de abrir el CD con Fine Line, un típico tema con atractivas armonías y una línea de piano contagiante de rememoranza Beatle, que se destapa en el último minuto con un coro obsesivo que va in crescendo y que, en la versión en directo que hemos podido escuchar de su actual gira por Estados Unidos, cobra gran fuerza al añadírsele unas guitarras que endurecen el sonido y le dan un efecto más rockero.
Pero quien escuche este primer corte y espere una seguidilla de pop arremetedor y fresco, se sorprenderá con el segundo tema How kind of you, donde la atmósfera se carga y el ritmo se hace más pausado, para escuchar otra modulación vocal de Paul, más tenue, donde canta con tristeza la recuperación de una fe que creía perdida, "pensé que mi tiempo había terminado/ pensé que mi fe se había ido/ pensé que no habría alguien que estuviera allí por mí". Aquí Paul y Nigel introducen sugestivos loops de piano y guitarra acústica.
Sin embargo, ¿cuál es la intención de publicitar una canción como 'hermana gemela' de un clásico del rock del mismo autor? ¿Sólo un ardid marketero, la presunción de que remover la nostalgia de los fans puede dar muchos bonos? Hay algo de eso, sí, pero me temo que la canción –que en sí misma es brillante, conmovedora– replantea, como en el caso de muchas otras, el sentido mismo del carácter original o innovador del pop, y lo convierte en un continuo reciclaje... ¿fructífero, estéril?, sobre todo ahora que están de moda los samplers (un caso particularmente nefasto es el de Beck incorporando –semiplagiando– en Jack-Ass las notas del teclado del cover de Them It's all over now baby blue, tema original de Bob Dylan, en su elogiado disco Odelay, lo que en mi opinión está muy cerca del fraude) y los hits que son covers encubiertos (recuerdo cómo mucha gente joven creía que The man who sold the world era una prueba irrefutable de la genialidad de Kurt Cobain, porque se les escapaba el dato de que Bowie era el autor). A ver si me explico: si ya existe Blackbird, ¿cuál es el valor de componer una canción que se le parezca? Si la información quedara como mera anécdota no habría ninguna necesidad o excusa para una digresión, pero al parecer para la crítica oficial la semejanza entre canciones supone un valor añadido y no un handicap cuando lo que está en juego es la nostalgia.
Felizmente, Jenny Wren no es Blackbird, y es un error hacer una analogía con una canción Beatle como ella. McCartney no necesita componer canciones que sean 'hermanas gemelas' de otras suyas del pasado... la música pop, menos. Pero sí está en el derecho de redituar su capacidad para hacer piezas acústicas de colección como es el caso de Blackbird, Mother Nature's son, Some People Never Know, Calico Skies y felizmente Jenny Wren. Y de esta última debo decir que es una de las cimas emotivas del álbum, quizá porque el empleo de un instrumento armenio como el duduk, ejecutado por el músico venezolano Pedro Estauche, toca una fibra sensible o tal vez porque la voz se dulcifica y la letra nos invita a conocer la historia de una mujer que no puede cantar agobiada por los problemas del mundo, por lo que es difícil no experimentar una profunda emotividad a menos que se tenga un objeto rocoso en el lugar del corazón.
At the Mercy es una breve pero súper canción, íntegra, oscura, una pequeña obra maestra, cada variación en el compás sugiere una lección de música. Para escucharla correctamente, hay que aguzar la sensibilidad al máximo, pues, como el arte más elaborado, puede dejar frío al oyente desprevenido. Y luego la pregunta ingenua: ¿cómo lo hace? ¿No es Paul el compositor de hits, el autor de "silly love songs", el "fresa" de los Beatles? Una entrada atípica, como una muletilla que podría parecer forzada (At the mercy/ At the Mercy/ At the Mercy...), para luego construir una melodía de las que sabemos que es capaz de trabajar en un piano, una balada que al comienzo puede sonar insípida, con un lejano sabor lennoniano, pero que cobra fuerza en un tour de force a la mitad de la canción cuando escuchamos unas líneas de piano y guitarra al unísono que nos preparan para la última parte, cargada con unas electrizantes guitarras rítmicas. Simplemente genial.
Friends to go denota frescura. Este es el primer tema del disco donde Paul realmente toca todos los instrumentos, sin ningún apoyo –en Fine Line y At the Mercy colabora en las cuerdas el Millenia Ensemble, como también en los siguientes English Tea, Follow Me, This Never Happened Before y Anyway–; una composición pegadiza que nos deja tarareándola todo el día, cualidad que no ha perdido don Macca a pesar de tantos años encima y que nos deja literalmente boquiabiertos, tanto como la perfección con que acomete la ejecución de cada instrumento. English Tea es otra prueba de que el pop rock es una música autorreferencial; en este caso se inscribe dentro de las piezas de vodevil con aroma inglés de las que Paul tiene tantas otras –For no one es quizá la más sobria, y en ese sentido es fácil una asociación directa, pero por qué no When I'm sixty four o Honey pie, o alguna de Wings como You gave me the answer–; en síntesis, sugerente y conmovedora dentro de su obvia ironía. Too much rain se estructura sobre la base de los compases de piano, la melodía es poderosa y la letra es como un puñal atravesado en la garganta ("Ríe cuando tus ojos están quemando/ Sonríe mientras tu corazón está lleno de pena/ Suspira como si te cepillarás el dolor/ Haz un voto/ para que no vuelva a sucederte de nuevo/ No está bien en una vida/ Demasiada lluvia").
Continúa A Certain Softness, que está en clave de bolero y donde Paul canta en falsete, dos características que espantarán a algunos rockers y se convertirán en razones para las pullas de los hardcorianos, aunque melódicamente es intachable, los arreglos y el trabajo en las armonías son de una exquisitez que para sí quisieran bandas dizque alternativas que coquetean con el repertorio musical latinoamericano. Como anécdota, habría que señalar que Paul McCartney visitó Cuba hace algunos años y estuvo en contacto con algunos músicos de la isla para acopiar material con el fin de tener nuevos elementos para inspirarse; se esperaba que en Driving Rain hubiera algún aporte en ese sentido, pero hemos debido aguardar hasta Chaos and creation in the backyard para que se develara el fruto de aquella experiencia.
Riding to Vanity Fair es otra de las cúspides emotivas del álbum. La letra puede ser tanto una respuesta ácida a los ataques de cierta prensa londinense contra su esposa Heather Mills, como un ajuste de cuentas con Yoko Ono e incluso con el fantasma de John Lennon por el asunto de su canonización póstuma: "Mordí mi lengua/ Nunca hablé demasiado/ Traté de ser tan fuerte/ Di lo mejor de mí/ Usé mis gentiles maneras/ Lo hice por mucho tiempo/ Tú me trajiste abajo/ Pero yo no puedo responder con una sonrisa/ Y actuar como si nada estuviera mal/ Qué pretendes!/ Pienso que ya escuché suficiente/ De tu canción tan familiar". La música es muy cadenciosa y minimalista en su parte rítmica, pero adquiere complejidad en los arreglos orquestales que la rodean de una atmósfera borrascosa. En lo personal, me recuerda mucho el tratamiento de producción del Solitude Standing, de Suzanne Vega, y antes de que alguien dibuje en su rostro un gesto de desagrado movido por el prejuicio, me apresuro en aclarar que no sólo es uno de mis discos favoritos, sino que la Vega es una talentosa escritora y música que ha colaborado nada menos que con Philip Glass. Obviando los símiles, Riding to Vanity Fair demuestra no sólo la solvencia de Paul como compositor, sino su capacidad para explorar otras vías dentro de la música pop.
Follow Me mantiene incólume el espíritu Beatle y hará renacer la añoranza por el Paul de los años sesenta. Algunos críticos han sugerido que English Tea podría haber sido incluido sin problema en Revolver; bueno, Follow Me también hubiera calzado a la perfección. Es un tema básicamente acústico, con acompañamiento de cuerdas, que si hubiese sido lanzado como single en los años ochenta se hubiera convertido en un hit. Los versos intermedios están invadidos del lirismo de una Virginia Woolf y su círculo de Bloomsbury: "Debajo de los surcos de la soledad/ Debajo de los senderos del amor/ A través de la frondosidad de los corazones contrariados hacia el final/ En las orillas del lamento/ Donde las olas de la esperanza rompen sus aguas/ Es para mí el lugar perfecto para encontrar a un amigo". Pura poesía para una melodía esplendorosa.
Para hacer justicia a las tres últimas canciones del álbum necesitaría escribir tres párrafos más. Son tremendos himnos pop de poco más de tres minutos cada uno. En Promise to you Girl –otra súper canción y una de mis "favoritas entre favoritas" de este Chaos & Creation– asoma nuevamente el maestro, el gran artífice, el artesano-artista: piano a lo Lady Madonna, una voz potente y a la vez melancólica a la altura de sus mejores interpretaciones vocales, unos coros al estilo Queen, una melodía heredera de otro gran compositor como Ray Davies de The Kinks, ciertos ecos también de los Beach Boys en las armonías casi al final, un enérgico solo de guitarra (Epiphone Casino, para más señas), qué más se necesita para darse cuenta que es un temazo. La letra no nos emociona menos: "Mirando al patio trasero de mi vida/ Es tiempo de barrer las hojas caídas".
This never happened before es una de las típicas baladas de McCartney; corrijamos: tiene la factura de las típicas grandes baladas de McCartney, pero aquí Nigel Godrich da muestras de su enorme talento como productor al haber sido, de hecho, el propiciador de emplear el wall of sound philspectoriano en unos arreglos de violines que se desbordan al inicio y al final de la canción. Un tema para los fans que lo han seguido desde los Wings. Y el último track, Anyway, es al parecer un pequeño tributo a Curtis Mayfield y The Impressions, y por qué no, a toda esa veta soul de Motown, incluso alguno por allí ha sugerido cierto parecido en las primeras notas con el clásico People Get Ready de Mayfield. Es un parecido muy lejano, la verdad, tanto como podría haber entre Taxman del Beatle Harrison con Start de The Jam, y hasta donde yo sé, ningún ex Beatle demandó por eso a Paul Weller. Los propios Beatles construyeron algunos de sus temas más celebrados a partir de algunas joyas de la música universal, tal el caso del Because de Lennon cuyos teclados repetían al revés las notas del Claro de Luna de Beethoven. El carácter autorreferencial, el reciclaje, la repetición de acordes, el préstamo de notas, son comunes y admisibles en el mundo del pop siempre y cuando no sobrepasen ciertas normas, las cuales siempre Paul ha sido el más cuidadoso en respetar (es el único ex Beatle que nunca ha sido acusado de plagio), y en el caso de Anyway está claro que no sólo es otra gran canción de su cosecha sino uno de los mejores cierres para un álbum de su autoría. Treinta segundos después de concluida Anyway, se escuchan variaciones instrumentales a modo de bonus track sorpresa, lo que encandilará aún más, si cabe, a los oyentes de este sofisticado y melancólico álbum.
CATEGORÍA: Beatlemanía.
04 octubre 2005
ODESSEY AND ORACLE (The Zombies, Rhino Records, 1968)
Odessey and oracle comienza con Care of Cell 44, una canción a modo de misiva para una muchacha en cárcel, con esos coros tan bien modulados que parecen cantados por los propios Beach Boys; de hecho, este álbum tiene varias similitudes con el Pet Sounds de los estadounidenses, aunque el trabajo de armonías está orientado a una estética ligada a la sicodelia. Por ejemplo, el segundo corte A rose for Emily, inspirado en un cuento de William Faulkner, posee unas líneas básicas de piano que nos recuerdan a los primeros singles de Pink Floyd, cuando Syd Barret aún estaba a la batuta; una verdadera gema. En Maybe after he's gone vuelven a exigirse en la parte armónica, mientras reinciden en la temática de la nostalgia amorosa, como en Beechwood Park, esta vez el parque es el escenario-excusa para la remembranza, destacando los efectos sicodélicos de los teclados y de las voces. Brief candles es una canción que otra vez se inicia suavemente con los compases del piano y después se acelera en un pop contagiante. En la balada Hung up on a dream emplean el mellotron para conseguir ribetes de intenso dramatismo, mientras la letra nos cuenta un "sueño californiano" vinculado al flower-power y el desconcierto del despertar. Changes es una referencia clara al cuarteto californiano Mamas and the Papas en cuanto a la semejanza en los arreglos. I want her she wants me es una melodía que está más vinculada a los inicios del grupo, mantiene esa alegría de las bandas del Mersey en los albores de los años sesenta; del mismo estilo es This will be our year: de nuevo la temática amorosa adolescente, de nuevo el optimismo como catalizador para componer maravillas pop. El clavicordio le da una atmósfera litúrgica a Butchers tale (Wester front 1914), un tema antibélico donde otra vez está el fantasma del sonido californiano detrás, tanto que John Phillips tranquilamente hubiese podido firmarlo. En Friends of mine se renuevan con otra muestra de pop vitalista, letras repletas de bonhomía y buenos deseos, con un ritmo fuera de serie y un intermedio guitarrero beatlesco.
Y llegamos a un clásico al que el tiempo sólo ha sabido darle mayor consistencia: Time of the season. La producción destaca especialmente en esta canción, sin duda el grupo y el productor le dedicaron la mayor cantidad de horas en su grabación, a la par que Rod Argent se luce con un solo de teclados de más de un minuto, atípico en un disco donde las melodías apenas se acompañan con líneas breves de guitarra o de piano. En la edición por el 30 aniversario del disco se incluye tanto la versión estereofónica como monoaural del álbum, así como versiones alternativas de algunas canciones.
Odessey and oracle, una epopeya pop que debería figurar entre los diez álbumes más hermosos que ha parido la Gran Bretaña de los años sesenta.