30 abril 2010

LOS MEJORES ÁLBUMES DE LA DÉCADA (III)

Con esta entrada, la Secta del Ruido cumple con entregar su última selección de reseñas de algunos álbumes incluidos en su lista de los mejores de la década, con un video de cortesía por disco. Otros cinco álbumes que insuflaron un poco de oxígeno al decadente panorama del rock actual. Bandas con propuestas disímiles, algunas herederas del "rock de raíces", otras de tendencia más experimental; cantantes convertidos en Popes intocables pero con la suficiente energía y lucidez para brindarnos aún buena música; toda esta fauna de "freaks" heterodoxos y ortodoxos del rocanrol, juntos pero no revueltos, compone el bestiario de esta lista, por más que algunos tengan pinta de "formalitos". No nos engañemos por las apariencias. Escuchemos su música, dejemos que ella hable a través del rasgueo de una guitarra eléctrica. Provecho.



Sonic Youth: THE ETERNAL. Su último gran disco fue GOO, de 1992; dos años después lograron revitalizarse con DIRTY, y tras ello parecieron seguir el destino de la mayoría de bandas de rock otrora innovadoras: repetir la fórmula pero sin el lustre de épocas pretéritas. Por eso este álbum fue una grata sorpresa para muchos de sus seguidores. Comparado con sus mejores trabajos, THE ETERNAL es solo una muestra de que a Sonic Youth aún le quedan algunos cartuchos "noise" que detonar. Pero en relación con el camino que venía recorriendo la banda en los últimos quince años (más o menos), THE ETERNAL es un vigoroso ejercicio de noise-pop para agitar almas inquietas.



The Fleshtones: TAKE A GOOD LOOK. Esto es garage ochentero de una banda que no tiene nada que perder. Después de publicar un disco glorioso hace casi tres décadas(ROMAN GODS, 1982), supieron guardar un perfil bajo y mantenerse como una banda de culto para un séquito de freaks y admiradores de los sonidos retro. Tras varios años sin grabar, el 2008 reaparecieron con la misma vitalidad de sus mejores tiempos, impetuosos, desenfadados, fiesteros. Pocas, pero entusiastas reseñas, dieron fe de este notable retorno del sonido "vintage" de Peter Zaremba y sus Tonos Carnosos. No apto para rastas ni para metaleros.



Bob Dylan: MODERN TIMES. Convertido en todo un bluesman, el viejo Zimmerman se jugó sus últimos arrestos vocales en este álbum. Por eso quizá pareciéramos escuchar canciones añejas, de hace por lo menos cincuenta años, salidas de la garganta aguardientosa de un esclavo en el mítico condado faulkneriano Yoknapatawa. Pero no nos ilusionemos, de hecho su temática es contemporánea, quizá demasiado: en "Thunder in the mountain" se conmueve con la infancia de la cantante Alicia Keys mientras recorre Tennessee... No importa, te perdonamos, Dylan, con tal que sigas cantando, como en este disco, tus sempiternas estrofas de aflicción y otros sentimientos mundanos.



The White Stripes: WHITE BLOOD CELLS. Los Rolling Stones lo nombraron su más digno sucesor. Jimmy Page no se quedó atrás y lo calificó de genuino héroe del rock. Nos referimos a Jack White, el padre de esta criatura, su banda-dueto The White Stripes, junto a su ex esposa Meg White. Para mí, este individuo de facha algo estrafalaria es simplemente un genio. Algunos incautos podrán escuchar The Strokes y creer que es la octava maravilla, o presumir de algunas bandas "caletas" de garage; en verdad, da igual, pues el enorme talento de Jack White es inmune a las creencias o prejuicios de un puñado de músicos frustrados o aprendices de críticos. Escuchen detenidamente este disco y los otros cinco que pergeñó la banda y sabrán de las alturas melódicas y sonoras a las que puede llegar este héroe generacional.




Death Cab for Cutie: TRANSATLANTICISM. Este grupo ha hecho del minimalismo melódico su modo de expresión artística. Mientras en los 70, las bandas dinosáuricas del rock progresivo (pienso sobre todo en Yes) necesitaban de grandes malabarismos de virtuosismo para probarse que hacían "música selecta", hoy por hoy bandas como Death Cab for Cutie nos entregan otra receta, menos pretenciosa pero más eficaz: desprenderse de sobreproducciones artificiosas y ofrecernos la melodía en su desnudez esencial. Música no solo para el oído (órgano vulgar), sino para el cerebro.

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