03 enero 2013

"12-12-12” (THE CONCERT FOR SANDY RELIEF)

Esta noticia no es tan reciente, pero bueno, ha sido lo más notable de las últimas semanas como evento rockero. Me refiero al concierto benéfico “12-12-12”, que durara más de seis horas y fuera realizado en el Madison Square Garden de Nueva York, a favor de las víctimas del huracán Sandy que devastó Nueva Jersey y la ciudad de los rascacielos.


Haciendo a un lado las críticas (posibles y justificadas) a este tipo de eventos en un mundo bombardeado, entre otros, por los propios gobernantes de Estados Unidos y su principal aliado Israel, sin ignorar tampoco el desahucio económico que asuela no como uno sino como diez huracanes en todos los continentes sin recibir al parecer la misma solidaridad de nuestras queridas leyendas del rock, no hay duda que el concierto ha sido el acontecimiento de mayor impacto del año en el rock.

Aquí hay que decir que los Rolling Stones, que tuvieron una participación minúscula (la confirmaron a última hora y solo tocaron dos canciones –una clásica– sin mucho brillo), fueron sin embargo los únicos que en boca de Sir Mick Jagger ironizaron sobre un evento multimillonario donde la mayor potencia mundial pedía al resto del globo en ruinas la ayuda humanitaria para sus damnificados, cuando bastaría que algunas compañías norteamericanas transnacionales depositaran un porcentaje de sus utilidades para solucionar tamaño problema.

Agrego también que no solo participaron músicos de rock, sino cineastas y actores, algunos con fama de ser de avanzada; por ejemplo pudimos ver a Quentin Tarantino y a Susan Sontag –aún hermosa y digna de un acoso sexual a sus sesenta años– atender llamadas mientras en la pantalla se colocaba el número de las cuentas para los hipotéticos donantes en Sudáfrica e Irak (por no mencionar a países europeos en descalabro como España y Grecia). Solo faltaba Etiopía (o Filipinas, también devastada por un huracán el año pasado). Esperemos que la ayuda no solo llegue a los damnificados estadounidenses del huracán Sandy, sino también a los del Caribe, donde también hizo estragos.


El concierto en sí fue espectacular, si obviamos las objeciones antes anotadas y si omitimos también los sketchs y peroratas de algunas “celebridades” de Hollywood entre cada presentación de los músicos. No soy admirador de Bruce Springsteen, pero fue acertada su elección para abrir el certamen con su veterana E Street Band. Incluso el dueto que protagonizó con Bon Jovi fue lo suficientemente vital para que nos quedáramos conectados con la transmisión en directo por televisión por cable.

El segundo acto lo protagonizó Roger Waters, cerebro de la segunda etapa de Pink Floyd, post Syd Barrett. Como siempre, como hace unos años en Lima, Waters demostró su carácter famélico in extremis. Es sin duda un genio musical, creador de algunas de las obras más perdurables en el rock, y esa noche en el escenario demostró por qué. Su set-list recogió grandes canciones de Pink Floyd, sobre todo de los álbumes The Wall y The Dark Side of the Moon. Su performance fue absolutamente profesional, y tuvo un atractivo adicional, el dueto con Eddie Vedder, líder de Pearl Jam, con quien cantó la emotiva Comfortably Numb, coescrita por Waters y David Gilmour.
Pasemos por alto la presentación de Bon Jovi, portaestandarte del rock estadounidense más detestable, y resaltemos la presencia de Eric Clapton, quien entre otras canciones, cantó Nobody knows you when you’re down and out (no confundir con el de Lennon Nobody loves you when you’re down and out). Luego los comandados por Jagger aparecieron pero se les vio rutinarios en escena y con las únicas dos canciones que se dignaron a tocar dieron finalmente la sensación de que solo habían cumplido una agenda.

Luego de Alicia Keys (canta bien, pero, en fin, solo canta bien), se presentaron nada menos que los Who. Si en el evento no hubiera estado presente Paul McCartney, de lejos se hubieran robado el show. Cada vez que escucho a los Who me convenzo que los verdaderos rivales de los Beatles no fueron los Rolling Stones (como creen algunos despistados) ni tampoco los Beach Boys (como solía afirmar McCartney, aunque con mejores argumentos) sino los artífices de la ópera-rock Tommy. Gran banda, que felizmente para sus admiradores se reunió para este concierto benéfico, interpretando un puñado de clásicos extraídos sobre todo de Tommy, Who’s next y Quadrophenia. Abrieron con  Baba O’Riley de Who’s next, y de Quadrophenia tocaron Bell Boy, con la argucia técnica de alternar la voz de Roger Daltrey en vivo con la voz de Keith Moon salida de una pantalla en la que se proyectaron imágenes del fallecido baterista en plena grabación del tema en el estudio. No se podía pedir más, y aún faltaba otro monstruo del rock.

El desastre de todo el evento fue la presencia de Kanye West. Fue una media hora interminable de sonidos rapeados machaconamente por este pandillero del hip-hop convertido en bailarín mega-star de uno de los ritmos más atroces concebido por tribu alguna (con perdón de las tribus y de los pandilleros, aclaremos, porque acá creemos en las contraculturas y las subculturas pero no en las infraculturas promovidas por el mercado). Luego de este agujero del concierto, al cual todo melómano esquivó zapeando de canal en canal durante media hora, si la memoria no me falla le tocó el turno al casi olvidado Billy Joel. Y fue otro momento feliz. Cómo no amar el buen pop con canciones como Movin’ out.

Casi al cierre, Chris Martin, de Coldplay, apareció con su guitarra acústica y no lo hizo mal. Incluso cantó junto a Michael Stipe, de REM, el himno de la banda de Georgia Losing my religion. Luego se subió a la plataforma donde estaba el piano y demostró sus cualidades interpretativas.

Tras este acto, Sir Paul McCartney hizo su ingreso. Fue otro de los momentos cumbre junto con el de Waters y el de los Who; como espectáculo de rock fue inmejorable. Fuera de lo esperado, esta vez Paul arriesgó más en el set-list y seleccionó un repertorio casi exclusivamente rockero y además con mayoría de canciones de su periodo post Beatle, que en un par de ocasiones coqueteó con el metal y el noise-rock, la rompedora Helter Skelter (una de las tres canciones beatlescas de una lista de ocho) y la sorpresa de la noche, la interpretación de una nueva canción junto con los ex Nirvana Dave Grohl, Kris Novoselic y Pat Smear, el jam Cut me some slack que inundó Internet vía las agencias de noticias y que le ha valido a McCartney sobrenombres ocurrentes como McKurt y Sirvana (Paul canta y toca una cigar box guitar). Antes de ello, Paul acompañado de la jazzista Diana Krall en el piano interpretó su reciente composición My valentine de su último álbum de estudio dedicado a oldies pre-rock. Fue otro gran momento. Y el cierre inevitable con el súper clásico de Wings Live and let die.

Lo que sí me extrañó fue que, a diferencia de otros conciertos benéficos, en el “12-12-12” no reingresaran todos los músicos para juntos corear alguna canción. Esta vez el coro estuvo a cargo de bomberos y rescatistas invitados a subir al escenario por Paul, quienes abrazados esperaron que apareciera nuevamente Alicia Keys para que solo ella cantara New York. Final del evento, en mi opinión, comprensible pero prescindible.

En resumen, solo faltó Led Zeppelin para convertirse en uno de los conciertos benéficos más memorables de las últimas décadas. Recomiendo bajarse de YouTube las presentaciones de Springsteen, Roger Waters, Eric Clapton, los Rolling Stones, los Who, Billy Joel, Chris Martin con Michael Stipe, y Paul McCartney (incluido el número de Sirvana).










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