Otro tiranosaurio resucita este año. Al igual que el ex Beatle, los Rolling Stones lanzan su disco bajo la égida de la EMI. Expectativas, buenas críticas y toda la capacidad hiperbólica de revistas afines a los viejos saurios para probarnos que se trata de un gran regreso. Y de alguno modo lo es. No porque sea un gran disco –porque no nos vamos a engañar: está lejos de serlo–, pero es reconfortante que podamos escuchar a estas alturas, cuando los Stones bordean la senectud definitiva, un puñado de joyas musicales en su último trabajo. Posiblemente el factor cronológico influyó en la decisión de ceder al recurso de la cantidad sin sopesar adecuadamente el nivel de calidad –después de todo, son ocho años desde Bridge to Babylon (1997)– y de allí las dieciséis canciones como justificación de que la larga espera no ha sido en vano.
Cuando escuché el primer track del álbum, Rough Justice, la impresión fue como si los Rolling Stones hubiesen irrumpido con la misma actitud gamberra de los años setenta, con ese sonido áspero aplicando la técnica de slide en las guitarras que tan bien sabe aprovechar Keith Richards, a lo Brown Sugar. Directo, rocanrolero, muy bueno. "Una vez fuiste mi nena pollita/ Ahora te has convertido en una zorra/ Y hace algún tiempo yo fui tu pequeño gallo/ ¿Ahora sólo soy uno de tus machos?", canta un misógino Mick Jagger en argot callejero. Empalma Let me down slow, que tiene como mayor virtud un estribillo pegajoso, y si bien el ritmo no decae, la canción no está a la altura de los mejores momentos de la banda. En It won't take long los Stones retoman la fuerza, y así como en Rough justice se repasa el tópico de las pulsiones eróticas insatisfechas, aquí se reincide en la temática del amor que no se puede olvidar, y tal es el derrotero letrístico de casi todas las canciones de este A bigger bang. Salvo algunas honrosas excepciones, pareciera que el vuelo narrativo-poético de Sir Mick Jagger y Richards ya llegó a su techo y expresa agotamiento creativo. De todas formas, It won't take long promete darle un nuevo impulso al disco, pero enseguida Rain fall down es un peldaño abajo notorio, un tema funk muy rítmico aunque demasiado ligero, más conectado a la orientación que lamentablemente ha tenido su música desde los ochenta hasta esta parte del siglo. La balada Streets of Love tampoco destella: conserva lejanamente la tristeza de Angie, pero la producción no sobrepasa la llamada "radiofórmula"; de todos modos es una aceptable canción, sin descollar.
Back of my hand es ya otro lote, un blues acompañado con la armónica, de gran feeling, y la letra se refiere a un predicador que visiona imágenes apocalípticas: "Escucho al predicador en la esquina/ Estrepitoso como un loco/ Él dice que hay un problema:/ Los problemas están viniendo/ Puedo leerlo como si estuviese escrito en la palma de mi mano.../ Veo sueños, veo visiones/ Imágenes que no entiendo/ Veo las paranoias de Goya/ Puedo leerlo como si estuviese escrito en la palma de mi mano".
She saw me coming encajaría sin problemas en Tatoo You; a quienes les guste ese disco les encantará y no dejarán de saltar con esta canción. Personalmente me merece más aprecio que la archipublicitada Start me up, por lo menos no cae como ésta en cierta chabacanería. Prosigue Biggest mistake, un pop sin demasiadas pretensiones: suena bien, es agradable, pero no es nada especial y puede llegar a aburrir después de varias escuchas; esto es más que transparente cuando escuchamos a Richards cantar This place is empty, una pieza semiacústica con piano realmente exquisita. Inmediatamente rocanrolean en Oh no, not you again y Dangerous beauty, con riffs de cierta dureza y los conocidos estribillos rollingstoneanos a la usanza setentera, que son como un pasaje de vuelta a las cavernas. Suenan sinceros aunque repiten la receta con descaro.
Laugh, I nearly died es otra de las cumbres de este A bigger bang. Aquí arriesgan más sin que ello signifique, por supuesto, variar su estilo ni menos reinventar su sonido. Es un rythm & blues con una excelente performance vocal de Mick Jagger y un mayor trabajo en las armonías vocales, que reflejan muy bien el desánimo existencialista de la letra: "Estuve viajando pero no sé adónde/ Te estuve perdiendo pero a ti no te preocupó/ Y estuve deambulando, he visto Grecia y Roma/ Perdido en el desierto, tan lejos de casa// Estuve en África, cuidando mi alma/ Y me siento como un actor buscando un rol/ He estado en Arabia, he visto millones de estrellas/ Sorbiendo champán en los bulevares// Estoy tan enfermo y cansado/ Tratando de pasar la marea/ Así que me diré adiós/ Sonríe Sonríe/ Estoy próximo a morir".
Otro tema excelente y de sorprendente contenido político es Sweet Neo Con, una diatriba a Mr. George W. Bush, que tiene un remoto parentesco en la estructura y los estribillos con la ácida How do you sleep? de John Lennon. Sólo fijémonos en la letra: "Te llamas a ti mismo un cristiano/Pienso que eres un hipócrita/ Dices que eres un patriota/ Pienso que eres un pedazo de mierda// Y ahora escucha: la gasolina/ la tomo todos los días/ Pero está alcanzando un precio demasiado elevado/ ¿y quién va a pagarlo?// ¿Cómo puedes estar tan equivocado/ Mi dulce Neotimador?".
Look what the cat dragged in es otro funk que nadie extrañaría, puede divertir pero no más, y en este punto habría que considerar que los Rolling Stones precisamente no han despuntado en este género. No habría necesidad de compararlos con George Clinton y sus Parliament o Funkadelic; pensemos simplemente en INXS y veremos que ninguno de los dos cortes funky incluidos en este álbum dan la talla en relación con la música de la banda australiana. Lo acompaña en su intrascendencia Driving fast, canción pop inconsistente. El final sí se lleva las palmas: Infamy, la segunda colaboración en la voz de Keith, con seductores riffs y armónica, evoluciona en un extenso e hipnótico estribillo. Entre lo mejor del disco.
A bigger bang, título pretencioso para un álbum que está muy a la zaga de sus grandes discos de los años setenta. Apenas chispazos, una remota luminosidad de una entidad musical que, al parecer, dejó lo mejor de su potencial creativo anquilosado hace muchos años en ese pasado de leyenda que aún los acompaña como una sombra inquieta. Dieciséis canciones, casi un disco doble que se opaca si se lo compara con su Exile on main street de 1972, pero como suele suceder en estos casos, bastan dos o tres canciones para dejar en claro quiénes fueron y para no defraudar a su público. De todos modos, nos deja la sensación de que si se hubiera realizado una criba más exigente y, por ejemplo, seleccionado las diez mejores canciones, los Rolling Stones habrían conseguido –¡al fin!– un disco lo suficientemente compacto para convertirlos hoy en más que en una "leyenda viva". CATEGORÍA: Clásico.
VEREDICTO: Más que aceptable, recomendable.
CANCIONES CLAVE: Rough Justice; Back of my hand; Laugh, I nearly died; My sweet neo con; Infamy; This place is empty; It won't take long.
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