10 octubre 2005

I CAN HEAR THE HEART BEATING AS ONE (Yo La Tengo, Matador Records, 1997)


En sus inicios a mediados de los ochenta, Yo La Tengo era otro dúo intersexual del rock, conformado por los esposos Ira Kaplan y Georgia Hubley, procedentes de Hoboken, ciudad vecina de Nueva York. La dupla se dio el lujo de lanzar cinco álbumes antes de animarse a integrar a la banda como bajista oficial a James McNew. Reconocidos como parte de la movida indie americana aunque con un interés por el rock más de laboratorio, su devoción por el estudio los ha llevado a trabajar atmósferas y repasar estilos (que van desde sus paradigmáticos Velvet Underground hasta Flying Burrito Brothers y America, nada menos), donde el ya tópico uso del feedback se recrea de manera tan obsesiva y a la vez artística que no tiene ningún punto de comparación con la legendaria banda neoyorquina patrocinada por Andy Warhol ni con los experimentalismos de Sonic Youth o My Bloody Valentine.
Sin embargo, la sobresaturación del sonido amplificado no es su logro más distintivo, porque de ser así, a estas alturas francamente resultaría banal. Yo La Tengo juega mucho con los niveles emocionales que puede transmitir la música, en una serie de dicotomías como calidez-frialdad, densidad-ligereza, disonancia-armonía, y tantas otras posibles, en donde no es menos importante el simple antagonismo vocal masculino y femenino, pero a diferencia de otras duplas, Ira y Georgia no suelen cantar a dúo, por lo tanto este contrapunto se da de canción en canción, morigerado por el bajo de McNew a partir del sexto disco.
Aunque para la foto figuran como trío desde Painless (1993), en I can hear the heart beat as one está claro que nunca han abandonado el juego dicotómico de sus inicios y más bien la extrapolación es parte integral de su propuesta musical. Comienza con un instrumental denso y breve (Return to the chicken), para dar paso a la sincopada Moby Octopad, cantada esta vez sí a dúo con un registro tonal más propio de la bossanova, aunque el ritmo corresponde más bien a un pop minimalista propio de sellos como 4AD. El feedback hace su primera aparición en Sugarcube, aunque matizado por la falta de dureza de la voz de Ira, que se hace más pausada aún y más tenue en la cadenciosa Damage, mientras Georgia colabora en los coros; en este tema ya se nota un mayor desarrollo en los efectos de sonido, hay múltiples instrumentos que surgen y se atenúan armónicamente ofreciendo la sensación de un viaje hacia las profundidades... ¿de algún alucinógeno quizá? De todos modos, es una puerta abierta a una de las piezas magistrales del álbum, Deeper into movies, obsesiva retroalimentación de guitarras que anticipa lo que vendrá. Shadows ofrece la otra cara, más sosegada y dulce, a cargo de Georgia.
Stockholm Syndrome absorbe muy bien el sentimiento folk mientras narra un caso del famoso síndrome. En Autumn sweater la simplicidad de recursos demuestra las posibilidades de la creación musical a partir de sonidos básicos. En Little Honda hay un guiño a la música de Jesus & Mary Chain. Le siguen cuatro cortes semiinstrumentales donde priman las atmósferas etéreas (uno de ellos en clave bossanova), hasta sucumbir en el hipnótico Sper Bebop, ultraobsesivo hasta lo sicótico, en diez minutos de duración, un eterno retorno a los mismos acordes con unos teclados que suenan como unos órganos de juguete de unos Monsters después de un trip con ácido lisérgico. Y como si fuera poco bocado este instrumental de vértigo, sin respiro escuchamos la cerebral We're an american band, donde el feedback llega al súmmun aunque siempre los voltajes se amplifican dentro de un rango de saturación controlado. El álbum tiene un final repleto de ternura, con la voz de Georgia que prácticamente nos susurra y arropa con la exquisita, aunque breve, My little corner of the world.
CATEGORÍA: Alternativo.
VEREDICTO: Notable.
CANCIONES CLAVE: Deeper into movies, Stockholm Syndrome, Sper Bebop, We're an american band, My little corner of the world.








No hay comentarios.: