18 enero 2013

BOWIE REGRESA CON NOSTALGIA BERLINESA

El 8 de enero David Bowie cumplió sesenta y seis años y lo celebró con el lanzamiento de un nuevo single y video, Where Are We Now?, adelanto de su nuevo álbum The Next Day, que se publicará en la primera semana de marzo. Es una reaparición muy esperada, luego de una década de silencio discográfico, y lo mejor es que la canción reúne todos los elementos para convertirse en un nuevo clásico del Duque Blanco. Para el disco, Bowie ha contado otra vez con su legendario productor Tony Visconti (quien llevara la batuta en la producción de álbumes imprescindibles como The Man Who Sold The World, Low, Heroes o Scary Monsters). El videoclip, filmado por Tony Oursler, es un acercamiento nostálgico a su periodo berlinés, con un montaje y una estética que concilia el documental con la ciencia-ficción.



 

05 enero 2013

“KARMA INSTANTÁNEO PARA JOHN LENNON” ENTRE LOS MEJORES LIBROS DEL 2012 SEGÚN RICARDO GONZÁLEZ VIGIL DE “EL COMERCIO”


La semana pasada, el navideño martes 25 de diciembre, el considerado por muchos como “el decano de la crítica literaria nacional”, don Ricardo González Vigil, incluyó mi novela corta Karma instantáneo para John Lennon entre los mejores libros publicados el año 2012. Lo escribo a deshora porque, es obvio, me he enterado de su publicación hace pocos días.


Ojalá esta mención sirva para que más lectores se interesen en leer mi breve novela en vez de “ensartarse” con los llamados “vendedores” (paradójicamente la obra más vendida en la Feria Internacional del Libro en Lima el 2012, la última novela de Bryce Echenique, Dándole pena a la tristeza, es la más notoria aunque explicable ausencia en la lista de González Vigil).

A diferencia de otras listas, González Vigil ha preferido dividir los textos por géneros un poco más esquemáticamente (diferenciando por ejemplo “novela” de “novela corta”; criterio discutible, en mi opinión) y elaborar los listados correspondientes, de tal suerte que aparezco mencionado en la nómina de los mejores libros de “novela corta”. Sorprende asimismo que no se incluya a ningún libro de cuentos. Otros autores han criticado cierto sesgo a favor de escritores limeños, puede ser, en todo caso está claro que los sellos editoriales que gozan de más favores mediáticos están afincados en la capital.  



De todos modos la inclusión en el balance literario de González Vigil de poco más de cincuenta libros (repartidos en los rubros “poemarios”, “novelas” y “novelas cortas”) da cuenta de su innegable afán abarcador entre lo que, a su criterio, es lo más destacado en la producción literaria nacional del 2012. También resalta el “boom” de las casas editoriales independientes (treinta y cinco libros seleccionados pertenecen a este tipo de sellos). En contrapartida, son escasas las menciones de editoriales grandes (he contabilizado en total siete libros) y las demás menciones se reparten entre fondos editoriales de instituciones y universidades. 

Esta es la tercera vez que figuro en un recuento literario de fin de año. La primera fue el año 1994, por mi ópera prima, la nouvelle La Ruptura, en un artículo redactado por el escritor y periodista Javier Arévalo, titulado “Los libros que ocuparán un lugar en nuestro recuerdo”, publicado en El Comercio. La segunda ocasión fue el año 2009, en un balance literario a cargo del escritor y crítico José Güich, publicado en el diario Correo, en el que se incluyó el libro Discursos contra la Bestia Tricéfala, que reúne también escritos de Ybarra e Inocente, y en el que colaboré con el relato de política-ficción El Foro.



03 enero 2013

"12-12-12” (THE CONCERT FOR SANDY RELIEF)

Esta noticia no es tan reciente, pero bueno, ha sido lo más notable de las últimas semanas como evento rockero. Me refiero al concierto benéfico “12-12-12”, que durara más de seis horas y fuera realizado en el Madison Square Garden de Nueva York, a favor de las víctimas del huracán Sandy que devastó Nueva Jersey y la ciudad de los rascacielos.


Haciendo a un lado las críticas (posibles y justificadas) a este tipo de eventos en un mundo bombardeado, entre otros, por los propios gobernantes de Estados Unidos y su principal aliado Israel, sin ignorar tampoco el desahucio económico que asuela no como uno sino como diez huracanes en todos los continentes sin recibir al parecer la misma solidaridad de nuestras queridas leyendas del rock, no hay duda que el concierto ha sido el acontecimiento de mayor impacto del año en el rock.

Aquí hay que decir que los Rolling Stones, que tuvieron una participación minúscula (la confirmaron a última hora y solo tocaron dos canciones –una clásica– sin mucho brillo), fueron sin embargo los únicos que en boca de Sir Mick Jagger ironizaron sobre un evento multimillonario donde la mayor potencia mundial pedía al resto del globo en ruinas la ayuda humanitaria para sus damnificados, cuando bastaría que algunas compañías norteamericanas transnacionales depositaran un porcentaje de sus utilidades para solucionar tamaño problema.

Agrego también que no solo participaron músicos de rock, sino cineastas y actores, algunos con fama de ser de avanzada; por ejemplo pudimos ver a Quentin Tarantino y a Susan Sontag –aún hermosa y digna de un acoso sexual a sus sesenta años– atender llamadas mientras en la pantalla se colocaba el número de las cuentas para los hipotéticos donantes en Sudáfrica e Irak (por no mencionar a países europeos en descalabro como España y Grecia). Solo faltaba Etiopía (o Filipinas, también devastada por un huracán el año pasado). Esperemos que la ayuda no solo llegue a los damnificados estadounidenses del huracán Sandy, sino también a los del Caribe, donde también hizo estragos.


El concierto en sí fue espectacular, si obviamos las objeciones antes anotadas y si omitimos también los sketchs y peroratas de algunas “celebridades” de Hollywood entre cada presentación de los músicos. No soy admirador de Bruce Springsteen, pero fue acertada su elección para abrir el certamen con su veterana E Street Band. Incluso el dueto que protagonizó con Bon Jovi fue lo suficientemente vital para que nos quedáramos conectados con la transmisión en directo por televisión por cable.

El segundo acto lo protagonizó Roger Waters, cerebro de la segunda etapa de Pink Floyd, post Syd Barrett. Como siempre, como hace unos años en Lima, Waters demostró su carácter famélico in extremis. Es sin duda un genio musical, creador de algunas de las obras más perdurables en el rock, y esa noche en el escenario demostró por qué. Su set-list recogió grandes canciones de Pink Floyd, sobre todo de los álbumes The Wall y The Dark Side of the Moon. Su performance fue absolutamente profesional, y tuvo un atractivo adicional, el dueto con Eddie Vedder, líder de Pearl Jam, con quien cantó la emotiva Comfortably Numb, coescrita por Waters y David Gilmour.
Pasemos por alto la presentación de Bon Jovi, portaestandarte del rock estadounidense más detestable, y resaltemos la presencia de Eric Clapton, quien entre otras canciones, cantó Nobody knows you when you’re down and out (no confundir con el de Lennon Nobody loves you when you’re down and out). Luego los comandados por Jagger aparecieron pero se les vio rutinarios en escena y con las únicas dos canciones que se dignaron a tocar dieron finalmente la sensación de que solo habían cumplido una agenda.

Luego de Alicia Keys (canta bien, pero, en fin, solo canta bien), se presentaron nada menos que los Who. Si en el evento no hubiera estado presente Paul McCartney, de lejos se hubieran robado el show. Cada vez que escucho a los Who me convenzo que los verdaderos rivales de los Beatles no fueron los Rolling Stones (como creen algunos despistados) ni tampoco los Beach Boys (como solía afirmar McCartney, aunque con mejores argumentos) sino los artífices de la ópera-rock Tommy. Gran banda, que felizmente para sus admiradores se reunió para este concierto benéfico, interpretando un puñado de clásicos extraídos sobre todo de Tommy, Who’s next y Quadrophenia. Abrieron con  Baba O’Riley de Who’s next, y de Quadrophenia tocaron Bell Boy, con la argucia técnica de alternar la voz de Roger Daltrey en vivo con la voz de Keith Moon salida de una pantalla en la que se proyectaron imágenes del fallecido baterista en plena grabación del tema en el estudio. No se podía pedir más, y aún faltaba otro monstruo del rock.

El desastre de todo el evento fue la presencia de Kanye West. Fue una media hora interminable de sonidos rapeados machaconamente por este pandillero del hip-hop convertido en bailarín mega-star de uno de los ritmos más atroces concebido por tribu alguna (con perdón de las tribus y de los pandilleros, aclaremos, porque acá creemos en las contraculturas y las subculturas pero no en las infraculturas promovidas por el mercado). Luego de este agujero del concierto, al cual todo melómano esquivó zapeando de canal en canal durante media hora, si la memoria no me falla le tocó el turno al casi olvidado Billy Joel. Y fue otro momento feliz. Cómo no amar el buen pop con canciones como Movin’ out.

Casi al cierre, Chris Martin, de Coldplay, apareció con su guitarra acústica y no lo hizo mal. Incluso cantó junto a Michael Stipe, de REM, el himno de la banda de Georgia Losing my religion. Luego se subió a la plataforma donde estaba el piano y demostró sus cualidades interpretativas.

Tras este acto, Sir Paul McCartney hizo su ingreso. Fue otro de los momentos cumbre junto con el de Waters y el de los Who; como espectáculo de rock fue inmejorable. Fuera de lo esperado, esta vez Paul arriesgó más en el set-list y seleccionó un repertorio casi exclusivamente rockero y además con mayoría de canciones de su periodo post Beatle, que en un par de ocasiones coqueteó con el metal y el noise-rock, la rompedora Helter Skelter (una de las tres canciones beatlescas de una lista de ocho) y la sorpresa de la noche, la interpretación de una nueva canción junto con los ex Nirvana Dave Grohl, Kris Novoselic y Pat Smear, el jam Cut me some slack que inundó Internet vía las agencias de noticias y que le ha valido a McCartney sobrenombres ocurrentes como McKurt y Sirvana (Paul canta y toca una cigar box guitar). Antes de ello, Paul acompañado de la jazzista Diana Krall en el piano interpretó su reciente composición My valentine de su último álbum de estudio dedicado a oldies pre-rock. Fue otro gran momento. Y el cierre inevitable con el súper clásico de Wings Live and let die.

Lo que sí me extrañó fue que, a diferencia de otros conciertos benéficos, en el “12-12-12” no reingresaran todos los músicos para juntos corear alguna canción. Esta vez el coro estuvo a cargo de bomberos y rescatistas invitados a subir al escenario por Paul, quienes abrazados esperaron que apareciera nuevamente Alicia Keys para que solo ella cantara New York. Final del evento, en mi opinión, comprensible pero prescindible.

En resumen, solo faltó Led Zeppelin para convertirse en uno de los conciertos benéficos más memorables de las últimas décadas. Recomiendo bajarse de YouTube las presentaciones de Springsteen, Roger Waters, Eric Clapton, los Rolling Stones, los Who, Billy Joel, Chris Martin con Michael Stipe, y Paul McCartney (incluido el número de Sirvana).










01 enero 2013

CUESTIÓN PREVIA: MORIR Y RENACER CADA AÑO

Sometidos cultural y psicológicamente al calendario gregoriano, cada fin de diciembre solemos hacer un recuento de los logros, fallas u omisiones y tareas pendientes que dejamos este año con miras al próximo (el cual, cuando escribo estas líneas, ya se inició con un sobrecargado verano, con altos índices de rayos ultravioleta, prueba inequívoca de que la predicción maya del fin del mundo o cambio de era solo ha fallado por unos años, quizá un siglo, a la hecatombe humana que se nos viene, no por supuesto debido a la imposible rigurosidad de los cálculos de religiosos milenaristas, sino a la “maravillosa” oferta de progreso que la modernidad capitalista ha terminado por vender “exitosamente” a los millones de seres humanos maravillados –antes se decía “alienados”– por las transnacionales y el consumismo vía los credit cards).

Con el año 2012 acabó (murió, se extinguió, fue eliminada) una experiencia vital que me concierne (me concernió, me ha concernido). Pero el cambio de almanaque en la pared de mi “vivienda under” –y a la vez overground–, así como el dibujo torpe y nervioso de la equis en el 1 de enero de 2013, me sugieren (no, me claman) que este virginal nuevo año debo tomarlo como un renacimiento.

Tareas pendientes, muchas. La principal, un trabajo de investigación que debo concluir pronto y que es el culpable de haber puesto en el refrigerador muchos borradores que hubiera querido postear en este blog. Definitivamente hay también un problema de formato, el cual hace varios meses quise subsanar publicando semanalmente un videoclip de alguna canción entrañable acompañada de una ligera reseña. Pero esa opción me condenaba a emular los miles de blogs donde las “reseñas” de álbumes o discos se reducen a colocar el gráfico de la portada, la enumeración de las canciones y en un párrafo de un par de líneas escribir “tremendo disco, muy aconsejable, con mis favoritas “x” y “z” canciones”, y por supuesto adjuntando varios videos. No hay nada de malo en ello, sin duda; es más, cada vez estoy más convencido de que ese es el formato ideal para un blog. Pero definitivamente no es la idea que yo tenía en mente cuando creé la página virtual de La Secta del Ruido. En general, mi apuesta siempre fue por artículos algo extensos, con cierto interés por argumentar las opiniones y brindar un buen acopio de información, y además con una mínima preocupación por cuidar la gramática. Mi modelo al respecto siempre fue y será la página web del rockólogo y lingüista ruso George Starostin, quien según Wikipedia es el crítico de rock con mayor número de reseñas de álbumes publicadas en internet.

Sin embargo, tratándose de un blog, La Secta del Ruido ha decidido abandonar los esquemas rígidos y optar por una solución intermedia, que por lo menos le dé vida a este sitio virtual. De modo que este año 2013 le daremos un giro de ciento ochenta grados al blog, e incluiremos divagaciones, algunas noticias con breves comentarios al margen (como suele hacer Iván Thays en su popular blog de literatura, con la recurrente técnica “copy and paste”, a la que añade unos comentarios que algunas veces tienen la fortuna de no ser tan anodinos como él), videoclips de algunos “hits del recuerdo” (renovando la fórmula de la fenecida sección La Canción Secta de la Semana), cuando se pueda algunas entrevistas, y por supuesto, como debe ser, porque de lo contrario se desvirtuaría la esencia del blog, reseñas de álbumes con cierto espíritu analítico (este último tipo de posts espero incrementarlos a medida que se aligeren mis obligaciones en relación con el trabajo de investigación antes mencionado).

Y sin más preámbulos, comenzamos el año con un nuevo ciclo de publicaciones de La Secta del Ruido.

06 agosto 2012

"EL HOMBRE QUE REVIVIÓ A JOHN LENNON" - LA REPÚBLICA

Ayer apareció en el suplemento DOMINGO de La República  una excelente nota escrita por el periodista Ghiovani Hinojosa sobre mi novela Karma instantáneo para John Lennon. (Para leer la versión de la web solo deben pulsar el enlace).

De entrada, siempre me han fascinado títulos como "El hombre que sabía demasiado" de Hitchcock o "El hombre que fue Jueves" de Chesterton. Por otro lado, el periodista ordenó los datos de una conversación de más de dos horas de manera que todo encajara perfectamente en la historia de gestación y proceso de mi novela, lo que me parece más atractivo que si se hubiera publicado como una simple entrevista. Si bien debo decir que en algún par de cosas se tomó algunas licencias (por ejemplo, no dije que creía que McCartney se sintiera actualmente como el Lennon ficticio de mi novela; lo que puntualicé es que tuvo esos sentimientos en los años inmediatamente posteriores al asesinato de John, pero que más bien actualmente parecía haberlos superado). Sin embargo, en mi opinión, la nota periodística no tiene por qué transmitir a pie juntillas las declaraciones del autor; el periodismo también puede ser, en un buen sentido, un ejercicio de ficcionalización y construcción de personajes.

Enseguida las fotos de la edición impresa.


03 agosto 2012

ENTREVISTA PARA PÁGINA WEB DE EL COMERCIO

Hace unos días en la página web de El Comercio se publicó el video de una entrevista sobre mi novela. Aquí también pueden verlo.

Tengo varias reseñas sobre discos de rock encarpetadas y algunas nuevas ideas para nuevos posts, así que pronto la Secta del Ruido volverá a la normalidad, luego de este algo espacioso receso debido, entre otros asuntos, a la presentación de mi novela.

25 junio 2012

ENTREVISTAS EN EL COMERCIO Y EXPRESO: "KARMA INSTANTÁNEO PARA JOHN LENNON"


Les dejo las fotos de dos entrevistas recientes: la primera publicada el martes 12 de junio en el diario Expreso; la segunda aparecida en el diario El Comercio el lunes 18 de junio. Para leerlas pueden usar el zoom o de lo contrario guardarlas en su computadora y abrirlas con algún programa para visualizar fotos.

Asimismo como algunos familiares y amigos me preguntan dónde pueden adquirir un ejemplar de mi novela, les confirmo que lo pueden hallar, en Lima y provincias, en cualquiera de las librerías Crisol (si pulsan el enlace podrán ingresar al portal de esa cadena de librerías,  donde "Karma instantáneo para John Lennon" figura entre las novedades). También lo pueden encontrar en las librerías Íbero, La Familia y Época, solo en Lima.



31 mayo 2012

PRESENTACIÓN DE "KARMA INSTANTÁNEO PARA JOHN LENNON"

Están todos invitados a la presentación de la novela Karma instantáneo para John Lennon (Grupo Editorial Mesa Redonda), que se realizará el martes 12 de junio a las 7:30pm en el Jazz Zone de Miraflores (Av. La Paz 656, Psje. "El Suche"). Entre los presentadores figura el escritor y periodista Enrique Planas.
Los espero. Brindis asegurado.

27 abril 2012

KARMA INSTANTÁNEO PARA JOHN LENNON


¡Al fin! Más de un año después de haberla concluido, está ad portas de publicarse mi "novela beatle" bajo el conocido sello editorial Mesa Redonda. Pronto habrá noticias sobre la fecha de la presentación (algún día del mes de mayo) y otros datos referidos a su  distribución y recepción en los medios. Mientras tanto, valga como adelanto la ilustración de la cubierta del libro.

Para evitar tempranos malentendidos -"¿es una novela juvenil?", me preguntó alguien antes de leerla-, aclararé que no es una típica "novela beatle", es decir la ficcionalización de una historiografía al uso sobre los liverpoolenses (como podría serlo la historia de un filme como "Nowhere Boy"). Me refiero también a que, como autor, mi intención ha sido escribir una novela donde la beatlemanía sea un referente pero, ni con mucho, su único foco de interés. La idea ha sido crear una historia que pueda interesar a un lector no solo desvinculado de la imaginería beatle sino incluso abiertamente alérgico a ella. Algunos comentarios recibidos por "no fans" me indican que puedo haber acertado. Doy por hecho que a la mayoría de los admiradores de los Beatles, de Lennon y también de McCartney, les complacerá su lectura, obviando algunas aristas polémicas.

Hasta pronto, muchachos.

29 febrero 2012

SOUNDTRACK: "THE BIG LEBOWSKI" (Joel & Ethan Coen, 1998)



Pocas películas tan hilarantes, disparatadas, incongruentes, fallidas y al mismo tiempo memorables como The Big Lebowski (1998). Considerada una "película de culto", desde hace más de una década se organizan festivales en su homenaje en Los Ángeles y Londres, entre otras ciudades angloparlantes. La devoción de sus admiradores por esta cinta ha llegado al extremo de crear una logia virtual denominada dudeísmo (dudeism), inspirada en el "pensamiento guía" de The Dude, alias del personaje central de la película, Jeffrey Lebowski (un notable Jeff Bridges). El dudeísmo se puede resumir en una de sus frases: "The Dude abides" ("El Amigo se atiene" o "El Amigo cumple"), lo cual se expresaría en un estilo de vida lejano del sueño americano: el personaje es un ex hippie, aficionado a la marihuana, el yoga y los bolos, desempleado por convicción y ex activista en las revueltas de Seattle, quien es percibido desde el sector integrado al sistema como un "vago" ("you're a burn, a deadbeat!", le grita en una escena su homónimo millonario). Como contrapartida, su mejor amigo es un ex marine combatiente en Vietnam y converso al judaísmo, quien en pensamiento y acción se ubica en las antípodas de todos los valores (o antivalores) de The Dude. En medio de ambos, el despistado Donny solo destaca cuando debe demostrar sus habilidades en el juego de bolos. Pero si hay un elemento que homogeniza a este peculiar trío es la carencia de dinero. Por eso, más que en la historia o en su narrativa -entretenida en su laberinto de escenas aleatorias-, la fuerza de la película reside en su caracterología: personajes indemostrables, cuya existencia solo puede ser posible dentro de los límites del pastiche o el cómic, pero que se realizan en la pantalla en la medida en que ironizan algunos aspectos de muchos espectadores, en un ámbito inter (o extra) generacional. Por eso también puede haber lecturas contrapuestas: habrá quien vea en The Dude un pretexto para la comedia negra, cuyas víctimas propicias serían los nostálgicos de la era del hippismo y el activismo político; pero habrá igualmente quien pueda descubrir en el subtexto una crítica antiglobalización a modo de parodia.


Como todo buen hippie, The Dude expresa sus convicciones no solo en el discurso sino en sus preferencias musicales, y de modo coherente se deleita escuchando más de una canción de CC Revival con la misma pasión con la que luego mostrará su aversión por los Eagles. De todos modos la música de ambas bandas figura en el soundtrack del filme, el cual por lo demás es absolutamente flexible con los géneros en los que se desenvuelven los músicos e intérpretes: de Bob Dylan a Gipsy Kings, de Elvis Costello a Yma Sumac, de Henry Mancini a Mussorgski, el abanico sonoro es tan amplio como los gustos de los hermanos Coen y el productor musical T-Bone Burnett.


La Secta del Ruido ha elaborado a partir del soundtrack la siguiente lista: The Man in Me de Bob Dylan; Just Dropped In (To See What Condition My Condition Was In) de Kenny Rogers & The First Edition -por partida doble, un video con la banda y otro extraído del filme-; Ataypura de Yma Sumac; My Mood Swings de Elvis Costello, y finalmente Gnomus de Pictures at an Exhibition de Modest Mussorgsky, sobre la base de la versión sinfónica de Maurice Ravel.













31 enero 2012

LAST SPLASH (The Breeders, 4AD/Elektra Records, 1993)



Desde las atrevidas minifaldas de las chicas «ye-yé» hasta la iconoclasia de las vocalistas chirriantes del punk, las pulsiones femeninas han sido infaltables «compañeras de ruta» en el rock. La libertad sexual, el baby-boom de los años sesenta, el cuestionamiento de los roles masculinos y femeninos, la ruptura generacional y el despegue de la industria del disco fueron los principales factores del surgimiento de una creciente legión de muchachas que irrumpieron con la guitarra eléctrica en alto. Es probable que la primera cantante sexy del rock haya sido Cilla Black, quien en los años sesenta cosechó éxitos gimiendo hermosas melodías al estilo de la Tamla Motown, pero agregándoles el sonido beat de Liverpool. La «década prodigiosa» conoció también varios grupos femeninos. Las Ronettes, las Crystals y las Chiffons, por ejemplo, eran las típicas vocalistas que unían el canto con el baile sobreensayado, lejanas precursoras de los montajes coreográficos de las divas del pop actual. En la ribera opuesta, las chicas garageras capitaneaban un estilo propio con más desenfado y menos cálculo. Solían usar apelativos rebuscados al estilo de Lady & The Tramps, Lonnies Legends & The Corrents, Corky Ray & Audiofaze, Silky & The Shantungs, aunque también había quienes preferían ser más concisas (Darby Sisters, The Summits, etcétera).


Con la llegada de la psicodelia y el flower-power de la Costa Oeste de San Francisco, las féminas edulcoraron el ambiente con himnos a la paz y canciones arropantes de amor, como Mama Cass y Michelle Phillips, de Mamas and The Papas, y Grace Slick, de Jefferson Airplane. Una excepción, menos por vocación que por su turbulenta personalidad, fue Janis Joplin. Con fama de conflictiva y estigma de alcohólica y heroinómana, la intérprete de Cry baby y otros clásicos conmocionó el cotarro con sus ronquidos y alaridos desprendidos de un auténtico sentimiento del desgarro.


Con Nico, la musa de la banda estadounidense Velvet Underground, comenzó un nuevo ciclo para las adolescentes amantes del rock. Ella, sin saberlo quizá, le dio un soplido cool al pop. Camino que seguiría Patti Smith, quien prácticamente recitaba en vez de cantar, poetizando el rock underground. Por contraste, su puesta en escena no era nada sosegada: se complacía con fingimientos masturbatorios y otras erotomanías. Pero la campeona en obscenidad fue la líder de la banda neopunk Plasmatics, Wendy Orlean Williams, experta en sexo mórbido, que incluía en sus shows desnudos y taladros eléctricos propios de los psicokillers.


Los últimos años de la década de los setenta y los inicios de los ochenta fueron pródigos en cuanto a la presencia femenina en bandas de rock. Un icono de la época fue, sin duda, Deborah Harry, la conejita sensual de Blondie. En los mismos carriles del new wave transitaban Kim Wilde, Chrissie Hynde (vocalista y compositora de The Pretenders), grupos como The Go-Go’s o las Bangles, o las siempre bienvenidas Cindy y Kate de los B-52’s (discípulas confesas de la visionaria Yoko Ono). Entre la saga punk, sería imposible omitir a las pioneras Slits y a diosas como Siouxsie Sioux (The Banshees), Poly Styrene (X-Ray Spex), Poison Ivy (The Cramps) y Exene Cervenka (X de Los Angeles). En otras tendencias se ubicaban Laurie Anderson, Suzanne Vega y la ex Fleetwood Mac, Stevie Nicks, cada una pionera en su estilo. Sin olvidar a la holandesa Mariska Veres de Shocking Blue.


Esto sin dejar de lado a otras exponentes de orientación más pop, que combinaban el look rockero con la plasticidad tan cara al marketing, como Suzi Quatro, Joan Jett, Pat Benatar, Nina Hagen y, para el mercado hispanoparlante, Alaska de España. Y aun hoy, en esta época marcada por el post-rock, subsisten cantantes y bandas femeninas de fuste, amadrinadas por Kim Gordon (Sonic Youth) y Kim Deal (Pixies).


Valga toda esta extensa introducción para hablar de The Breeders, banda liderada precisamente por la inquieta y atractiva ex Pixies Kim Deal, sin duda uno de los íconos del noise pop. The Breeders fue un proyecto trunco de la adolescencia de Kim, surgido muchos años antes de los Pixies, cuando ella y su hermana gemela Kelley tocaban en algunos clubes en Ohio. En 1989, en pleno apogeo de Pixies tras el aclamado Doolittle (1989), Kim decidió juntarse con Tanya Donnelly (Throwing Muses) para revivir The Breeders; el resultado fue el álbum Pod (1990), disco de culto para los seguidores del rock alternativo (es muy citada la opinión de Kurt Cobain considerándolo uno de los álbumes que más lo influyeron). Sea como fuere, recién con su siguiente álbum, Last Splash (1993), la banda consiguió altos cotos de popularidad y la unánime y merecida aceptación de la crítica.

Para Last Splash, hubo algunos recambios que posiblemente facilitaron que el sonido siguiera una dirección más vitalista y noise en relación con su álbum debut. El primero fue el alejamiento de Donnelly y su reemplazo por Kelley, quien retomaba de este modo el proyecto original de las hermanas. El segundo fue la incorporación de Jim MacPherson en la batería, tras el retiro de Britt Walford. La tercera variación fue quizá más determinante: Kim Deal asumió la producción del disco junto con Mark Freegard (Pod había estado a cargo del productor Steve Albini). Asimismo, Kim se atrevió con un instrumental más variado que en su disco debut: aparte de la guitarra eléctrica, toca el moog y el casiotone; Josephine Wiggs no solo se limita al bajo como en Pod, sino se luce con el contrabajo y el violonchelo; mientras permanece Carrie Bradley en el violín. Finalmente, hay un elemento clave: Last Splash es su primer disco post Pixies y no un proyecto paralelo como en el caso de Pod. Debió de haber sido como un renacimiento para Kim Deal, sobre todo si se toma en cuenta que había roto lanzas con “los duendes traviesos” porque Black Francis se había robado todo el protagonismo en Trompe Le Monde (1991).


El álbum se inicia con New Year, que deja ver una notoria influencia de Sonic Youth. "Soy el sol/ soy el nuevo año/ soy la lluvia/ soy el camino a casa", canta Kim en tono redentor. Enseguida los riffs pegadizos de Cannonball nos ponen sobre aviso de que estamos ante un clásico de los noventa: un tema absolutamente contagiante, directo, con cambios imprevistos y coros llamativos, que hacen imposible no seguirle el compás y retener el ritmo en la memoria, claves del buen pop-rock aplicadas aquí con el añadido de una letra que no está a la zaga de la música: "Escupiendo en los buenos deseos/ Soplando el infernal estrépito/ soy el último chapoteo// Te conozco pequeño libertino/ Sé que eres el verdadero arrullo// Te deseo arrullante bala de cañón/ en la sombra". Por si fuera poco bocado, Kim se contactó con su tocaya de Sonic Youth y el cineasta Spike Jonze -¿Quieres ser John Malkovich?, Ladrón de Orquídeas (Adaptation), Jackass-, quienes dirigieron un video-clip inmejorable para regusto de los homo videns (en relación con Kim Gordon, en verdad le devolvió el favor, pues ya antes Kim Deal había aparecido en el video de Little trouble girls de Sonic Youth, apoyando en las vocales tal como figuró en el álbum Washing Machine).


The Invisible Man y No Aloha podrían haber sido incluidas perfectamente en Bossanova, ambas se influencian del estilo del álbum de los Pixies, con esos inicios arropantes que luego desembocan en acelerados ritmos rockeros. Roi combina el experimentalismo electrónico con riffs propios del hard rock, con feedbacks y variaciones que otra vez nos recuerdan a Sonic Youth. El nombre es en verdad una transliteración de Raw, cuya letra se reduce a una sola frase: "Raw: where the shot leaves me gagging for the arrow". Por lo demás, un track tributario de los lejanos experimentaciones minimalistas de McCartney en el White Album; me refiero a canciones como Wild Honey Pie y Why don’t we do it in the road? (no por nada los Pixies habían realizado un cover de Wild Honey Pie en su presentación en la BBC).


Prosigue la canción de amor Do you love me know?: tremenda melodía, hermosa entonación y armonías vocales, una de las gemas escondidas de este álbum, cuya letra parece una súplica a punto de tornarse en un mandato: "Me amaste antes/ Me amas ahora?/ Regresa a mí de una vez/ Vamos, Vamos, Regresa de una buena vez!!". A continuación escuchamos el electrizante instrumental surf-rock Flipside (ya con los Pixies había versionado el Cecilia Ann de los Beach Boys), luego el power pop I just wanna go along, cantado por su hermana Kelley, para aquietarse nuevamente en Mad Lucas (¿elogio de la locura o crítica?).



La influencia beatle se hace notoria en Divine Hammer, pues mantiene la estructura simple y la cadencia de muchas canciones de la época del A hard day's night; es más, no creo exagerar si afirmo que rebosa similar hálito de frescura, aunque con un sonido mucho más potente, ciertamente más "noventero". S.O.S. es un instrumental de sonido absolutamente garagero y psycho, mientras que Hag es un pop rock al estilo de Blondie que demuestra la gran sensibilidad melódica de Kim para combinar letras sencillas con rasgueos y armonías cautivantes. Saints es otra pieza maestra de pop con acento heavy, que hubiera podido cantar perfectamente Joan Jett & The Blackhearts en los años setenta. Despide el disco un exquisito cover de la balada country Drivin’ on 9, y como coda, una versión más corta (de menos de 50 segundos) de Roi.



Last Splash es un muestrario de lo mejor del pop rock de los noventa, así como del inmenso entusiasmo y talento que despliega Kim Deal en cada uno de sus proyectos musicales, sea con The Breeders, antes con los gloriosos Pixies, o luego con The Amps.



CATEGORÍA: Alternativo.


VEREDICTO: Notable.


CANCIONES CLAVE: Cannonball, Roi, Do you love me know?, Slipside, Divine Hammer, S.O.S., Saints, Drivin' on 9.







28 diciembre 2011

SOUNDTRACK: "THE BOAT THAT ROCKED" (Richard Curtis, 2009)

Entre las últimas películas no documentales relacionadas con el imaginario rock, la comedia The boat that rocked, del neozelandés Richard Curtis, cuenta a su favor con una trama disparatada pero divertida que intenta emular el estilo de un Richard Lester en su mejor estado creativo, una puesta en escena que -incluyendo vestuario, escenografía y coreografía- copia muy bien la moda y el espíritu sixties y, lo que es más relevante, una banda sonora compuesta en su mayoría por imperecederos hits de los años sesenta pero que también se da la licencia de incluir algunos de los 70 (como I love to boogie de T. Rex o Father and son de Cat Stevens), el ochentero Let's dance de David Bowie e incluso un cover de Stay with me baby realizado por una cantante actual como Duffy.

Sea como fuere, la historia de una radio pirata enclavada en un barco en medio del mar (desde donde se transmitía música rock en tiempos en que el conservador gobierno británico -con la venia de la BBC Radio- solo permitía escuchar este género popular durante menos de una hora al día) no deja de ser cautivante en la era del post rock para quienes aún veneramos esta música y su esencia contestataria. Y si el menú viene servido con canciones de los Kinks, los Who, Moody Blues, los Easybeats, Jimi Hendrix y tantos otros clásicos, mucho mejor.


Del soundtrack de la película (titulada Pirate Radio en EEUU e indistintamente Piratas del rock o Radio encubierta en español) he seleccionado para la Secta del Ruido I love to boogie de la banda inglesa T. Rex, Elenore de los estadounidenses The Turtles y Friday on my mind de los australianos Easybeats.





17 diciembre 2011

TONIGHT'S THE NIGHT (Neil Young, Reprise Records, 1975)

Monstruo entrañable, ecologista radical, hippie irredento, cerebro tanto del sonido folkie como del noise-rock, Neil Young es sin duda uno de los más respetables dioses del rock. Tras la disolución de Buffalo Springfield, los Crazy Horse serían el soporte más adrenalínico que encontrarían los discos del legendario músico canadiense. El primer álbum de esta banda junto con Neil Young en los setenta es Tonight's the night, grabado en 1973 pero que recién vería la luz dos años más tarde, debido a un veto de la Reprise Records, que lo consideraba "poco adecuado" tras el éxito de Harvest.
Tonight’s the night (1975) es ciertamente un álbum áspero, producto de una sensibilidad ubicada en las antípodas de Zuma, disco publicado el mismo año. Mientras en el primero domina la crudeza y el desgarro (en el ánimo de las sesiones aún rondaban dos muertes recientes), en el segundo prevalece una producción pulcra, aun cuando hay una pretensión vanguardista en los devaneos sonoros de la guitarra eléctrica. Neil Young asimismo aparece con una voz un poco ronca en Tonight’s the night, con inflexiones que no le conocíamos desde el clásico Mr. Soul. En Zuma, por el contrario, las cuerdas vocales se escuchan intactas. Lo sorprendente y maravilloso de este asunto –y del rock en general– es que en ambos casos todo funciona a la perfección. Lo cual prueba que “no desafinar” es uno de los prerrequisitos de un cantante que el rock ha cancelado para siempre. Es más, diría que pocas veces he escuchado cantar tan bien a Neil Young como en Tonight’s the night, a pesar de (o debiera decir, gracias a) tener su voz "raspada" en este disco.

Canciones como Tonight’s the night (dedicada al malogrado roadie Bruce Berry), World on a string, Come on baby let’s go downtown (de Whitten/Young) y Lookout Joe son excelentes demostraciones de legítimo rock ácido. Come on baby let's go downtown fue grabada cuatro años antes en Fillmore East y cuenta con Danny Whitten en la primera voz y guitarra; su inclusión es todo un homenaje póstumo de parte de Neil tras la muerte de Whitten por sobredosis de heroína.


Como complemento del espíritu roncarolero, se incluye un puñado de baladas despojadas de adornos o sofisticados arreglos, en carne viva, como el bluesero Speakin’ out, que retrata el desencanto de una relación en un decorado tan teenager como puede ser una sala de cine, popcorn incluido. Por su parte, el country Borrowed tune está inspirado en Lady Jane de los Rolling Stones: “Estoy cantando esta melodía prestada/ que tomé de los Rolling Stones,/ Solo en esta mi habitación vacía/ Demasiado desperdiciado para escribir por mi cuenta”, canta Neil Young.


Hay también otros números country como Roll another number (for the road) –que denota su alejamiento de la nostalgia por Woodstock– y New Mama, así como prodigiosas piezas de rock lento como Mellow my mind (en la que Young parece cantar con la voz más afónica que nunca), Albuquerque y Tired eyes.



Al final se escucha una versión aún más rockera, aunque no más extensa, de Tonight’s the night, como perfecto cierre para un trabajo grato a las almas oscuras y desoladas.


CATEGORÍA: Clásico.
VEREDICTO: Imprescindible.
CANCIONES CLAVE: Tonight's the night, World on a string, Speakin' out, Lookout Joe.









06 diciembre 2011

ACE OF SPADES (Motörhead, Bronze Records, 1980)

Entre los pocos músicos relacionados con el heavy metal que admiramos sin ambages se encuentra Lemmy Kilmister, tótem y frontman de Motörhead, banda inglesa pionera del speed metal e incluso del thrash metal, aunque en verdad estos encasillamientos no le hacen justicia del todo, pues omiten que su creador proviene de la banda psicodélica Hawkwind -precursora del rock espacial-, así como dejan de lado que Lemmy ha confesado más de una vez que: 1) es un acérrimo fan de los Beatles, 2) siempre se ha sentido más afín al punk y 3) lo que él hace es simplemente rocanrol. En verdad, estamos hablando de un músico con una sensibilidad y unas luces mayores que las que suelen tener los cultores del metal.

Antecedido por los imprescindibles Bomber (1979) y Overkill (1979), el álbum Ace of Spades (1980) le otorgó el máximo crédito posible a la legendaria primera formación de este power trio, con Lemmy en la voz y el bajo, Eddie “Fast” Clark en la guitarra y “Philthy Animal” Taylor en la batería. Posteriormente Motörhead ha sabido de cuando en cuando grabar algunos discos con algo (o mucho) de la savia de los clásicos (ejemplos: Orgasmatron en 1988, Overnight Sensation en 1996 o el último The World is Yours, de este año), pero es evidente que lo más valioso está en sus primeros álbumes.

Ace of Spades (el álbum) suena como una imparable estampida de canciones, aceleradas y descarriadas, cuya potencia sónica se debe a la meritoria labor del productor Vic Maile. Se inicia frenéticamente con la canción homónima, una rompedora alegoría de la vida como juego de póquer: “Si te gusta el juego, yo soy tu hombre./ A veces se gana, otras se pierde, a mí me da lo mismo./ El placer es jugar, no me importa lo que digas./ No comparto tu codicia,/ la única carta que necesito es el As de Espadas./ Juego a la carta más alta, tentando al diablo./ Sigo la corriente, todo me da lo mismo./ Siete u once, los ojos de la serpiente te observan./ Dobla o retírate, dobla la apuesta o lárgate./ Sabes que he nacido para perder,/ y que apostar es para tontos, pero así es como me gusta, nena./ No quiero vivir para siempre./ ¡Y no olvides el comodín!/ Subo la apuesta inicial, sé que quieres ver qué cartas tengo./ Míralas y llora, la mano del muerto otra vez./Lo veo en tus ojos, míralas y mátate./ Lo único que ves, sabes que va a ser/ el As de Espadas”.

El espíritu alegórico y los riffs atronadores continúan en Love me like a reptile; esta vez las referencias son el carácter reptilesco en el que a veces se torna la atracción sexual (“Supe que tenía que morderte, nena,/ la primera vez que te vi./ Aquel momento me excitó./ No termino de creérmelo./ Y me gusta ver el contoneo de tu cuerpo./ No tengo elección, voy a retorcerte por la cola./ Ámame como un reptil,/ voy a hincarte los colmillos”).

Shoot you in the back no ofrece ningún respiro, mientras las letras aluden a una escena recurrente del western donde impera la ley del revólver: “Es un suicidio vivir del orgullo./ Reclamas lo tuyo, tu integridad,/ tu propia vida te hiere como un cuchillo./ El jinete que viste de negro/ sabes que te disparará por la espalda./ ¡En las películas del Oeste!”

Este esquema que combina microhistorias de espíritu underground -cantadas con la voz bronca de Lemmy- con una base rítmica rauda, no se abandona en (casi) ninguna de las pistas del disco. También hay una oscilación entre el uso de la primera y segunda personas en el nivel de las letras, cuya intención más obvia es lograr una identificación mayor en el receptor del mensaje, una empatía como la que puede haber entre el verdugo y la víctima, o entre el látigo y la carne.

En Live to win la postura antisistema es clara: “Sabes que no te puede pasar nada./ Tienes que creer en tu buena estrella./ Siempre te tratarán como a un perro./ Todo tiene un límite,/ y no pueden saltárselo./ Si reclamas,/ puede que te juzguen y te encierren,/ pero sólo tienes que vivir para ganar./ Sé que es difícil, una resistencia natural./ Luchar es una complicación./ Si no quieres ser escoria,/ si crees que tienes razón./ Ellos tienen ahora el poder,/ pero pronto llegará nuestra hora./ Todos sabemos de dónde venimos,/ lo único que hacemos es vivir para ganar./ No debes manifestarlo a gritos,/ no hagas una escena./ No te muestres orgulloso,/ eso sólo sirve a su plan./ Derriba el muro,/ disfruta el momento, es la hora de que caigan./ La anarquía está en camino,/ si sabemos vivir para ganar.”

Fast and loose vuelve al tema de los apetitos sexuales insaciables, en el límite de lo prohibitivo o sadomasoquista, leitmotiv que hallamos también en otros surcos del vinilo, como en Fire Fire, Jailbait o The chase is better than the catch.

Pero la canción donde suben los decibeles hasta “sangrar los oídos” es la asombrosa (We are) The Road Crew, absolutamente noise, que resume el ideario de una banda que solo se casa con el rocanrol: “Otra ciudad, otro lugar./ Otra chica, otra cara./ Otro camión, otra carrera./ Como basura, me siento mal./ Otra noche, me vuelvo loco./ Mi mujer se va, me siento triste,/ pero me gusta la vida que llevo./ Otra cerveza es lo que necesito./ Otro concierto, me sangran los oídos./ Somos el equipo de transporte./ Otra ciudad que dejo atrás./ Otra bebida, totalmente ciego./ Otro hotel que no puedo encontrar./ Otro pase a los camerinos para ti./ Otro tubo de pegamento./ Otra frontera que cruzar./ Conduzco como un maniaco./ Voy en viaje de ida y vuelta al infierno./ Otra habitación, una maleta por hacer./ Somos el equipo de transporte./ Otro hotel que podemos quemar./ Otro polvo, otra vuelta./ Otro mapa de Europa que aprender./ Otra parada en el camino./ Otro juego que puedo practicar./ Otra palabra que aprendí a decir./ Otro maldito puesto de aduana./ Otra jodida costa extranjera./ Otras cicatrices de las que presumir./ Somos el equipo de transporte. Así es”.

Aún el álbum nos ofrece otras sorpresas, la breve pero contundente Bite the bullet y el apabullante cierre con The Hammer (cuya temática puede ser considerada una versión psicokiller del compromiso y la rebeldía de If I had a hammer de Pete Seeger; o en todo caso, una mixtura entre ésta y la mccartniana Maxwell’s silver hammer a nivel letrístico).

Un álbum portentoso de una banda genuina de rocanrol que, a diferencia de otras bandas rítmicas cuyas canciones parecen hechas del mismo molde con pequeñas variaciones de acordes (en las que técnicamente los Motörhead están emparentados), no solo tiene suficiente adrenalina, sino sobre todo hace de la música más primaria un medio eficaz y creativo de transmitir una actitud existencial inequívocamente contracultural, impetuosamente borderline e inocultablemente outsider, que ya quisieran igualar algunos íconos del heavy metal con sus poses de castrati (o contratenores) y sus solos de relumbrón.
Categoría: Clásico.

Veredicto: Imprescindible.

Canciones clave: Ace of Spades, (We Are) The Road Crew, Jailbait, Bit the Bullet, The chase is better than the catch, The Hammer.







26 noviembre 2011

CUESTIÓN PREVIA: COLUMNISTA EN BEATLESPERÚ



Ayer me disponía a publicar una nueva reseña en La Secta del Ruido, pero recibí una grata noticia que me obligó a "parar máquinas", pues para quien es un "sectario" del rock desde hace muchos años -con corazón beatle además- hubiera sido imposible omitir este hecho: desde ayer viernes soy oficialmente columnista de la página web Beatlesperú, el portal sobre los Beatles más visitado en habla hispana.


Desde hace muchos años (quizá cerca de una década) participo en foros sobre los Beatles. Si la Internet hubiese existido desde siempre, seguramente hubiera sido un forista virtual desde que me "enganché" con los Beatles, hace más de treinta años. Recuerdo mis pinitos en el foro español Nowhereland, hoy desaparecido, del cual resultó el foro Liverpool. Por ese tiempo usaba el nickname Rundevil. Luego hubo un foro mexicano, alguno argentino, pero sin duda Beatlesperú fue y es el mejor y más completo de todos los foros sobre los Fab 4. No lo digo yo, lo dicen por un lado las estadísticas y por otro lado la variedad y calidad de foristas con los que cuenta.


Hace unos meses Beatlesperú me invitó a dar un paso adelante: no solo ser forista, sino ser columnista regular de su página web. Luego de idas y venidas, ayer se concretó ese ofrecimiento, lo cual, lo digo sin ningún afán de congraciarme con nadie, es para mí un honor.


De todos modos debo decir también que no todo fue color de rosas en mi paso por los foros de Beatlesperú; hay aún algunos foristas cuya sola aparición de mi nickname (ya no diré de mi nombre) les debe despertar ciertos sentimientos encontrados y algo turbulentos. Bueno, pues, no se puede ser amigo de todos, menos si se tienen opiniones que no siguen la senda borreguil de los fans más estereotipados de la beatlemanía. De hecho, a pesar de conocer al dedillo el ABC de la enciclopedia beatle, siempre he sostenido que me decanto más por la carrera solista de Paul McCartney que por los Beatles como banda. Nadie -menos yo- niega que los Beatles fueron (son) inigualables (ver otra Cuestión Previa), ni que John Lennon fue un genio con mayúsculas, y todo lo demás, pero a mí particularmente siempre me han despertado más interés las andanzas de McCartney post 1970. Pero mientras se siga pensando que todo empezó y terminó en los años sesenta, no hay manera de ponerse de acuerdo con nadie (al menos de mi parte).


Por eso para mí tiene un significado especial que, aún con las indudables opiniones polémicas que a veces he expresado en los foros, Beatlesperú me haya considerado un especialista en el tema digno de tener una columna regular en su muy visitado portal.


El nombre de mi columna es RUN MACCA RUN y mi primera colaboración es un ensayo algo extenso sobre "the best underrated album ever", RAM, de Paul & Linda McCartney. Pueden leerlo pulsando AQUÍ.



PD: Posteriormente la Secta del Ruido lo publicará en el blog.

10 noviembre 2011

SOMETHING / ANYTHING? (Todd Rundgren, Bearsville, 1972)




¿Puede existir un cantante y compositor colosal, absolutamente idolatrado por una elite de rockeros, pero que en sus cuarenta años de carrera musical nunca haya podido pergeñar ni siquiera un single "one hit wonder"? Por supuesto que sí: se llama Todd Rundgren. No se trata de un rockero underground, ni de un vanguardista del sonido que no transige con la música llamada "comercial". Al contrario, desde joven se presentó en shows televisivos con aureola de "músico genio" del pop-rock, se disfrazó de un Ziggy Stardust más osado que la versión original de Bowie, convivió codo a codo con la sicodelia, el glam y el rock progresivo cuando estuvo de moda; en fin, estuvo en cartelera todo el tiempo que pudo, pero el single que marcó su coto de popularidad apenas rozó el quinto puesto del ranking Billboard. Qué mayor prueba de que el talento, a veces, no consigue el aplauso ni la venia de las masas.


Sin embargo, su prestigio dentro del rock está fuera de discusión. Su banda sesentera Nazz fue incluida por Lenny Kaye, ex guitarrista de Patti Smith Group y reseñista eventual de la Rolling Stone, en la mítica antología Nuggets, primer compendio crítico del garage rock estadounidense. Entre sus fans incondicionales se halla nada menos que el argentino Charly García, quien lo homenajeó con una versión de Influenza en su disco homónimo y ciertamente basta escuchar Sui Generis para darse cuenta de las deudas musicales con este visionario incomprendido. Otro de sus admiradores es el ex beatle Ringo Starr, quien lo convocó en 1999 para participar en una gira junto a su All Star Band, en la que Rundgren cantó tres canciones de su cosecha. En el "lado oscuro" del rock, se encuentra como devoto Mr. Mark David Chapman, alias "el asesino de Lennon", a quien se le halló en su apartamento un disco de Rundgren colocado en un semicírculo junto a otros objetos de culto personal. Pero mejor no ahondemos en detalles escabrosos y vayamos a la música.



Something/Anything? (1972) es sin la menor duda la obra maestra de Rundgren: un álbum doble, que venía con el plus de que tocaba todos los instrumentos en los tres primeros lados de su edición en vinilo, mientras la cuarta cara se iniciaba con tomas de una grabación casera de covers de Money (That's what I want) y Messin' with the kid, para enseguida volver al perfeccionismo sonoro e instrumental pero ya acompañado de una banda conformada por más de veinte músicos, algunos ya trajinados.

La canción de apertura del álbum, I saw the light, es absolutamente beatlesca, con un lejano parentesco a You won´t see me (aunque la de Rundgren suena más a Harrison que a McCartney). Pero la apuesta del músico estadounidense es repasar de un lado a otro el abanico pop del momento: desde soft-rock (como It wouldn’t have made any difference, Cold morning light, Marlene o la grandiosa balada de inspiración jazzy Sweeter memories, para el especial lucimiento de Rundgren como instrumentista) hasta pura energía r&b/soul (Wolfman Jack, Some folks is even whiter than me y Slut). Hay también efectos de sonido (Intro), un instrumental que se anticipa al boom del pop electrónico ochentero (Breathless), flirteos con el art rock (Song of the viking, a quien un crítico ha calificado de “opereta pop en staccato” y cuyas armonías vocales anticipan un estilo que Queen explotaría como una fórmula de éxito comercial), y la que muchos consideran una de las primeras canciones power-pop (Couldn’t I just tell you).


Y por supuesto en este disco está su mayor hit, Hello It’s me, una versión con arreglos orquestales y un poco más acelerada que la original acústica que Rundgren grabara en el primer álbum de Nazz. Absolutamente bella y melancólica, a pesar de que nunca llegó a ubicarse en el número 1 de Billboard.

Something/Anything?, un álbum urdido desde el laboratorio de los estudios discográficos, cuyo título parece interrogarse sobre la trascendencia del pop, reemplazando el “todo o nada” por algo menos optimista que quizá deviene en lo efímero, finalmente halla su valor en esa dualidad, que es la dualidad de la música pop, la que podríamos resumir en la fórmula “la trascendencia de lo efímero”, gran premisa para un gran disco. En estos tiempos no es necesario más.



CATEGORÍA: Clásico.
VEREDICTO: Imprescindible.
CANCIONES CLAVE: I Saw The Light, Hello It's Me, Black Maria, Song of the Viking, Couldn't I just tell you.






02 noviembre 2011

LA CANCIÓN SECTA DE LA SEMANA: "MAN IN BLACK" Y "RING OF FIRE" DE JOHNNY CASH

Esta sección ya cumplió su ciclo. Desde la próxima semana retomaré mis comentarios de álbumes y postearé temas diversos, con un formato adaptado a los tiempos en que la cultura de la imagen se impone y los textos sobresalen por su brevedad, de suerte que las extensas críticas de discos de la primera época de La Secta del Ruido quedarán como testimonio de mis arrestos ensayísticos y cederán el paso a reseñas sucintas. Tampoco tenía sentido que me fuera al otro extremo y abriera una sección semanal sobre canciones en una época en que hay cibernautas que cuelgan videoclips a diario en YouTube y Facebook. Ante ese alud promovido por el homo videns, no hay forma de que La Canción Secta de la Semana se distinguiera. Por otro lado, estaba claro que cada comentario de una canción siempre hacía referencia al álbum que la contenía o en todo caso a la discografía resaltable del cantante, de modo que veo más provechoso dedicar el mismo espacio a un disco. Tampoco espero ganarme el Pulitzer por ello.


Y no hallo mejor forma de darle sepultura a esta sección de breve existencia (aunque siempre seré libre de reseñar una canción cuando me dé la gana) que publicando no uno sino dos clásicos de Johnny Cash. El primero es su canción bandera, Man in Black, que curiosamente escuché por primera vez de manera indirecta, gracias al cover en español que hiciera en los años ochenta Loquillo junto con sus Trogloditas. Man in Black es una canción de protesta, de contenido social y base cristiana (extraña combinación que sin embargo fue sincera en el caso de Johnny Cash), todo un himno de más de una generación, cuyo sentimiento anticapitalista cobra vigencia en un año en que los 'indignados' ocupan por igual Wall Street y otras ciudades del "mundo desarrollado". Y como cierre, Ring of fire, una canción de amor contrariado compuesta a dúo con su esposa June, y que fuera interpretada por primera vez por la hermana de ésta, Anita Carter. En la versión final, Cash le incorporó el contagiante sonido de trompetas mexicanas.




25 octubre 2011

LA CANCIÓN SECTA DE LA SEMANA: "FATHER AND SON" DE CAT STEVENS





Tea for the Tillerman (1970) permanece en mi memoria como uno de los primeros álbumes de pop rock que he escuchado, posiblemente entre mediados y fines de los setenta, cuando era un niño en transición hacia la adolescencia. En esa época había un culto por el álbum que hoy casi se ha extinguido; hoy todo se reduce a bajarse canciones aisladas de internet, o a algo mucho peor, como escuchar radio o ver VH1 o MTV. Me niego desde este refugio sectario a pertenecer a esa especie. Por eso también le tengo un gran respeto a Yusuf Islam, quien en los años setenta solía firmar como Cat Stevens y en la actualidad es seguidor de Mahoma, lo cual me parece muy bien en tanto signifique desmarcarse de todo el planeta infestado por la mal llamada "cultura occidental" y que en verdad no es más que la versión más pervertida y usurera del Occidente moderno, aquella que obviamente todos los liberales y mercaderes aplauden.


Como desde siempre tuve esa extraña vocación por el coleccionismo, poco tiempo después de que llegara a mis manos Tea for the Tillerman, me las ingenié para conseguir el resto de la discografía de Cat Stevens: visité discotiendas, sí, pero también inicié aventuras temerarias como ir por mi cuenta y riesgo a La Parada, mal afamado mercadillo donde un gordo que tenía el rostro chaveteado -con dos profundas cicatrices- vendía discos importados de segunda mano (en los años setenta estaba prohibida la importación de discos en el Perú). De ese modo adquirí Mona Bone Jackon, Teaser and the Firecat, Catch Bull at Four, Foreigner y Budda and the Chocolate Box. Pero la verdad sea dicha: ninguno de esos álbumes me pareció tan soberbio y sublime como el que contiene clásicos como Wild World, Hard Headed Woman o la aquí seleccionada Father and son. Pronto la Secta del Ruido publicará su Top 100 de álbumes esenciales y como mínimo enlistaré entre los 200 finalistas a Tea for the Tillerman. Hasta entonces, bien vale escuchar una de sus más memorables canciones.

18 octubre 2011

LA CANCIÓN SECTA DE LA SEMANA: "LET ME LOVE YOU" DE JEFF BECK GROUP





Tras abandonar los Yardbirds, Jeff Beck formó su propia banda a la que denominó simplemente The Jeff Beck Group. Su álbum de presentación, Truth (1968), tuvo como novedad la aparición de un vocalista hasta entonces desconocido, de nombre Rod Stewart, y un guitarrista no muy trajinado como Ron (Ronnie) Wood, quien se encargaría de tocar el bajo en la banda. El álbum es todo un clásico e incluye varias versiones o recreaciones del blues en clave hard rock. Un ejemplo de ello es Let Me Love You, firmada con el seudónimo Jeffrey Rod (nombres de pila de Beck y Stewart), la cual está "inspirada" en el blues del mismo título de Buddy Guy.


Hoy que Rod Stewart es un rockstar no muy valorado por muchos y que Ron Wood es un prominente integrante de los Rolling Stones en decadencia, siempre es bueno echar una mirada hacia atrás y comprobar sus halagüeños inicios. De Stewart no solo hay que considerar su paso por The Jeff Beck Group y luego Faces, sino sus primeros álbumes solistas pre Da Ya Think I'm Sexy (discos como Gasoline Alley y Never a Dull Moment principalmente). Ronnie, por su parte, también estuvo en Faces antes de integrar la banda de Jagger-Richards, y con su guitarra endureció el sonido de los últimos álbumes destacables de los Stones; me refiero a Some Girls y Tatoo You. Sea como fuere, en las canciones de Truth, como la seleccionada Let Me Love You, los hallamos en su mejor forma musical.

12 octubre 2011

LA CANCIÓN SECTA DE LA SEMANA: "A WHITER SHADE OF PALE" DE PROCOL HARUM





Y ahora vamos con uno de los clásicos que (casi) todos conocen. Según la BBC, es la canción británica más escuchada de los últimos setenta y cinco años. Sea cierto o no, ese no es el motivo para haberla seleccionado aquí en La Secta del Ruido. Aunque no soy particularmente devoto de Procol Harum, para mí A whiter shade of pale es simplemente entrañable. Esa canción me recuerda inexorablemente a uno de los mejores cortometrajes que he visto en el cine estadounidense de los años ochenta. Me refiero a Life Lessons (titulada en español "Apuntes al natural") de Martin Scorsese, incluida en la película New York Stories ("Historias de Nueva York"), de 1989, que reunía también sendos cortos de Francis Ford Coppola y Woody Allen, ambos de escaso interés, en mi opinión. De otro vuelo era la historia de Scorsese, en la que Nick Nolte interpretaba a un artista de mediana edad que hallaba en la pintura y la música rock a alto volumen la combinación perfecta para entrar en un estado de catarsis tras los desplantes de su nada modosa asistente (la sensualísima Rossana Arquette). Y en ese trance, se escuchaba una y otra vez la balada A whiter shade of pale, entonada inmejorablemente por Gary Brooker, y en la que los teclados del órgano Hammond sonaban casi como un réquiem de la relación entre el pintor y su colaboradora.


El video oficial de la canción es, por lo demás, un verdadero testimonio de época, con enfoques en perspectiva de los Procol Harum trajeados a la moda sicodélica y amplias vistas de calles de Londres invadidas por las minifaldas.